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Restos de un barco de la Armada Invencible descubiertos frente a las costas de Irlanda

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Restos del naufragio de la Juliana, barco mercante que acompañaba a la Gran Armada enviada por el rey Felipe II contra Inglaterra, en 1.588, han sido descubiertos recientemente en el condado de Sligo, en la costa occidental de Irlanda. Parecidos temporales a los que hace 427 años desbarataron la mal llamada Armada Invencible – nombre dado por los ingleses, para poner en valor su proeza, que en realidad no fue tal, ya que la flota fue dispersada por las tormentas- han removido el fondo marino devolviendo a las playas irlandesas una parte de nuestra Historia.

La Gran Armada partió de La Coruña el 21 de julio, con 130 navíos y 30.000 hombres entre soldados y marinería. Debía facilitar el desembarco en Kent (Inglaterra) de los Tercios de Flandes, comandados por el Duque de Parrma, Alejandro Farnesio, pero la derrota frente a los bajíos de Gravelinas –en el Canal de la Mancha-, desbarató la empresa. Sin embargo, esa batalla apenas supuso la pérdida de algún navío y escasas bajas humanas por parte española, por lo que el poder de la flota permanecía prácticamente intacto.

Tras el revés militar sólo cabía el retorno. Pese a las advertencias del máximo responsable de la flota, el Duque de Medina Sidonia, de que no se arriesgara por las costas de Irlanda, las 112 naves que aún integraban la Armada se adentraron, el 21 de agosto, en el Atlántico Norte. Fue entonces cuando los vendavales de aquel otoño de 1.588 empujaron a los navíos contra el litoral irlandés, en el que naufragaron 24 barcos y perecieron 5.000 hombres.

Unos barcos no preparados para navegar por aquellas latitudes y gobernados por navegantes desconocedores de aquellas costas, que eran prácticamente ignotas. Pero lo que es aún peor, aquellas terribles tempestades que hubieron de enfrentar, con olas de hasta 15 metros, habrían atemorizado incluso a los navegantes actuales. Como reconoció el Rey Prudente “no envié mis barcos a luchar contra los elementos”.

El 14 de septiembre, se hundió el primer barco español, la Trinidad Valencera, en el arenal de Kinnogae Bay, al que seguirían la Lavia, la Juliana y la Santa María de Visón, en la playa de Streedagh Straand –Condado de Sligo- y, así, hasta 24 navíos. Los escasos supervivientes fueron masacrados por los ingleses, aunque a menudo, la población irlandesa, enemiga del invasor inglés, ayudó a los españoles, como el caso del capitán Francisco de Cuéllar, quien tras no pocas vicisitudes, logró regresar a España y prestar todavía numerosos servicios a su país.

Otros naufragios de los que se han conseguido recuperar valiosos vestigios es el de la Girona, comandada por el caballero Don Alonso Martínez de Leiva, quien pereció junto con sus hombres en el condado de Antrim (Irlanda del Norte), en un lugar conocido en gaélico como Port na Spaniagh (Puerto de los Españoles). El señor de la región, el octogenario Sorley Boy Macdonell, quien ya había ayudado a numerosos náufragos españoles, nada pudo hacer por éstos, pero en su castillo de Dunluce, situado en las proximidades, consiguió recuperar restos del naufragio.

El Gobierno irlandés lleva tiempo poniendo gran empeño en rescatar parte de ese legado que une, tristemente, a la Verde Erin y a España, actitud que contrasta con la tradicional desidia de los gobiernos españoles por rescatar el rico legado subacuático español y que olvida episodios como Lepanto o Trafalgar.

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