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La batalla de Otumba, la increíble victoria de Hernán Cortés

Cuadro de Augusto Ferres-Dalmau de la batalla de otumba
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Jesús Ángel Rojo

Jesús Ángel Rojo Pinilla , miembro del Ilustre Colegio de Abogados de Madrid, conferenciante, politólogo y experto en Comunicación e Imagen, cuenta con una amplia trayectoria en el mundo empresarial y periodístico. Autor del best seller Cuando éramos invencibles, además de los libros los Invencibles de América, Grandes Traidores a España y Cuando éramos invencibles 2.

La batalla de Otumba, Cortés y sus hombres cambian la historia de América.

La batalla de Otumba marco un antes y un después en la historia de América. Después de que Hernán Cortés se viera obligado a evacuar la ciudad de Tenochtitlan durante la lluviosa Noche Triste (30 de junio de 1520), en la que los Mexicas o Aztecas acabaron con gran parte de las fuerzas españolas en la ciudad, el nuevo emperador mexica Cuitláhuac persiguió a los españoles con el fin de destruirlos antes de que pudieran refugiarse en las tierras de sus aliados tlaxcaltecas.

Un gran contingente de 40.000 guerreros mexicas (en su mayoría tenochcas, pero también tepanecas, xochimilcos y miembros de otras ciudades o poblados mesoamericanos, sometidos o aliados) los alcanzó en los llanos de Otompan (donde posteriormente se desarrollo la batalla de Otumba) el 14 de julio del mismo año.

Sabedores de que los mexicas siempre sacrificaban a sus prisioneros, los cerca de 500 españoles sobrevivientes, pero en su mayoría heridos, varios mastines y no más de un centenar de aliados tlaxcaltecas en las mismas condiciones, se decidieron a luchar o morir, a pesar de no disponer ya de artillería y haber perdido buena parte de sus caballos y arcabuces tras la derrota sufrida durante la huida de Tenochtitlán.

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Las tropas españolas se formaron para el combate y verificaron la enorme diferencia de fuerzas que había entre los dos ejércitos. Observó Cortés que había alguna vacilación entre sus soldados, entonces levantó su formidable voz ante sus soldados y les profetizó la victoria:

«Amigos, llegó el momento de vencer o morir. Castellanos, fuera toda debilidad, fijad vuestra confianza en Dios Todopoderoso y avanzad hacia el enemigo como valientes»

Comienza la Batalla de Otumba. Los aztecas no sabían demasiado de estrategia bélica ni de sofisticados planteamientos tácticos. Cuando vieron que los españoles eran tan pocos, los rodearon. La intención de los aztecas no era matar a los españoles, sino capturarlos para llevárselos presos y luego sacrificarlos. La infantería española mantenía bien la posición cerrada, aguantando las terribles embestidas de la mole azteca, utilizando sus picas, espadas y estando bien protegidos por sus corazas y rodelas. Las cargas se iban sucediendo, pero la infantería aguantaba.

Solo habría una oportunidad para vencer en la batalla de Otumba.

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Cortés sabía por sus aliados de Tlaxcala que, según las costumbres de aquella gente, cuando caía el capitán, las tropas huían en desbandada. El problema era burlar el cerco. Cortés convocó a sus cinco capitanes para hacerles partícipes de su idea. Si conseguían cabalgar hasta el Cihuacóatl y matarlo de una lanzada, la batalla estaría ganada. Como no había mucho donde escoger, serían los cinco capitanes los encargados de realizar la carga. Su fracaso marcaría la derrota final y el fin de la aventura que hoy conocemos como la Conquista de México. La batalla de Otumba se decidía el destino de Hernán Cortés y de los españoles.

Fue el mismo Cortés quien, tras una gran carga, consiguió despojar al caudillo de su estandarte, y mientras caía al suelo, fue rematado por Juan de Salamanca, que enseguida le dio un estocazo irreparable, capturando a su vez la insignia del general azteca.

Según cayó el Cihuacóatl y el estandarte pasó a las manos de Cortés, la desbandada de los aztecas fue inmediata. Los pocos españoles que quedaban combatiendo en el llano se apresuraron a acelerar la matanza, con la idea de escarmentar al enemigo en estampida. Al caer la tarde, el llano de Otumba era un gigantesco cementerio, donde yacían los cuerpos sin vida de 10.000 aztecas.

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Tras la victoria española en la batalla de Otumba, Cortés y sus hombres pudieron regresar a la ciudad aliada de Tlaxcala. Más tarde, los aztecas intentaron nueva arguicia, invitando a los tlaxcaltecas a firmar la paz con la condición de que entregaran a Cortés y sus hombres.

Sin embargo, los tlaxcaltecas, que desde el principio parecieron y fueron buenos aliados de los españoles, cancelaron el acuerdo y negociaron con los españoles para participar juntos en la conquista de Tenochtitlán.

 

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