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La Gran Fiesta del Comercio Justo reunió a miles de personas en Felipe II

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Poco a poco va calando entre los consumidores españoles la conciencia solidaria del Comercio Justo. Una práctica poco extendida que desde hace algunos años ha encontrado su propio lugar en uno de los sectores más competitivos.

Para los asiduos y, sobre todo, para los desconocedores de estas prácticas, la ONG Setem organizó el fin de semana del 19 al 21 de mayo la Gran Fiesta del Comercio Justo, con la colaboración de la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECI) y la Consejería de Inmigración de la Comunidad. El objetivo de estas jornadas era potenciar “otra forma de consumir” entre la población, mediante diversas actividades de carácter sensibilizador, formativo y lúdico.

Es precisamente este desconocimiento el primer obstáculo a salvar porque, quien se acerca a los productos de Comercio Justo repite. Más aún cuando la oferta crece con el paso del tiempo. Hoy en día, ya están disponibles desde artículos de limpieza o de aseo personal hasta ropa, artesanía, bebidas, muebles o alimentos. Y todo con la seguridad y la garantía de que ningún niño ha sido explotado en su elaboración y de que hombres y mujeres han tenido las mismas oportunidades.

Hay que recordar que un producto es considerado como artículo de Comercio Justo cuando sus productores demuestran, además de lo anterior, que destinan parte de sus beneficios a solventar las necesidades de su comunidad, a fomentar las prácticas democráticas en las empresas y a respetar los recursos naturales. Criterios en ningún caso reñidos con la calidad.

Los madrileños respondieron a la iniciativa y acudieron masivamente a las carpas instaladas en la Plaza de Felipe II para realizar sus compras solidarias. Sin embargo, también hubo tiempo para la sensibilización de los visitantes. Uno de los puestos más destacados fue el de la campaña “Limpia tu ropa de injusticias” donde se reproducía un taller clandestino de costura y se ofrecía la oportunidad de ocupar uno de sus puestos ante una máquina de coser mientras, de fondo, la voz de un capataz explotador repetía una y otra vez consignas como “¡Venga sin parar!; Vamos, ¿estáis dormidas? o ¡No habléis, a trabajar!

No faltaron tampoco los juegos, los cuentacuentos, los talleres de pintura, las exposiciones sobre “El buen café” o el “Algodón orgánico” y hasta los desfiles de moda alternativos con maniquíes voluntarios.

La muestra despedía a los visitantes con el árbol y el lema “Pon tus sueños al viento”. Cientos de cartulinas con buenos deseos de un mundo más justo colgaban de sus ramas frente a uno de los centros comerciales más prosperos y visitados de la ciudad. Son los contrastes de la vida.

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