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Carta abierta al papa Francisco

Tengo que confesar que me quedé asombrado, por no decir apenado, cuando leí el documento Fiducia supplicans o «Confianza suplicante”, fechado y publicado el 18 de diciembre del 2023, que fue emitido por el Dicasterio para la Doctrina de la Fe de la Santa Sede, aprobado con la firma de Su Santidad, el papa Francisco, que permite a partir de este día a los sacerdotes bendecir parejas homosexuales.

Excelentísimo y Reverendísimo Señor Su Santidad el Papa Francisco, permítame decirle con todo el respeto y sin ofender a nadie: ¡O somos o no somos cristianos! Yo si soy y a mucha honra.

La homosexualidad es un término demasiado general y vago, hay una gran diferencia entre una persona que nace homosexual y otra que se hace, por vicio, placer o solamente para “probar” o tener una experiencia homosexual o bisexual.

¿Qué debe hacer un homosexual que quiere profesar fielmente el cristianismo?

En el cristianismo, toda persona, cristiana o no, tiene la libertad para elegir su camino y hacer con su cuerpo lo que quiera. ¡Dios le juzgara! Los cristianos no castigamos a ninguna persona por su orientación sexual ni por nada, ni mucho menos. El cristianismo es una religión divina, tiene sus normas y doctrinas, que todos los cristianos bautizados debemos respetar e intentar aplicar.

¿Dónde están estas doctrinas? En la Biblia, tanto en el Antiguo como el Nuevo Testamento. Dios en realidad no prohíbe la homosexualidad en sí, sino las prácticas o los actos homosexuales.

Seguramente, un sacerdote o una monja heterosexual en cierto momento puede sentir algún deseo o una atracción sexual hacia personas de genero opuesto. Sin embrago, aguantan y practican el celibato, dedicando su vida al Señor, dejando atrás las codicias de la vida.

Del mismo modo, el homosexual que quiere formar parte de la iglesia de Cristo no es un bicho raro ni un “enfermo sexual”, simplemente debe de amparar y respetar las normas o las Leyes del Señor. Es decir, apartarse de las prácticas homosexuales y concebir el celibato. Es verdad, no es fácil, tampoco es imposible, pero… ¡Si se quiere se puede! Hay que confiar totalmente en el Señor.

No podemos olvidar que la Iglesia cristiana está fundada sobre la Palabra del Señor Jesús, el Mesías, no sobre las opiniones baratas de seres paganos que viven en el siglo XXI. Por eso es preciso presentar pasajes bíblicos que hablan directamente del tema de la homosexualidad y ver qué dicen las Escrituras Sagradas, la Biblia, el Antiguo y Nuevo Testamento.

Según la Biblia, una familia se forma en base a una pareja compuesta de un hombre y una mujer. Mucho antes de que los gobiernos decidieran promulgar leyes que regularan el matrimonio, nuestro Creador ya las había establecido en (Génesis 2:24); “El hombre dejará a su padre y a su madre y tiene que adherirse a su esposa. Tienen que llegar a ser una sola carne”.

Con respecto a la palabra hebrea traducida como “esposa”, señala a persona del sexo femenino. Por consiguiente, Dios acordó que el matrimonio fuese una unión íntima de carácter permanente entre un hombre y una mujer, con el fin de satisfacer mutuamente sus necesidades y deseos de orden emocional, espiritual y sexual.

La conocida historia bíblica de Sodoma y Gomorra revela el criterio divino acerca de la homosexualidad. Dios declaró en (Génesis 13:13); “Los hombres de Sodoma eran malos, y eran pecadores en extremo contra Dios”.

Dos ángeles del Señor condenaron a los moradores de Sodoma y Gomorra, dejándolos instantáneamente ciegos porque querían violarlos en grupo, como muestra (Génesis 19:1-11); “Los dos ángeles llegaron a Sodoma por la tarde. Lot estaba sentado a la puerta de Sodoma. Al verlos, Lot se levantó a su encuentro y postrándose rostro en tierra, dijo: Señores, por favor, desviaos hacia la casa de este servidor vuestro. Hacéis noche, os laváis los pies, y de madrugada seguiréis vuestro camino. Ellos dijeron: No; haremos noche en la plaza. Pero tanto porfió con ellos, que al fin se hospedaron en su casa. Él les preparó una comida cociendo unos panes cenceños y comieron. No bien se habían acostado, cuando los hombres de la ciudad, los sodomitas, rodearon la casa desde el mozo hasta el viejo, todo el pueblo sin excepción. Llamaron a voces a Lot y le dijeron: ¿Dónde están los hombres que han venido a ti esta noche? Sácalos, para que abusemos de ellos. Lot salió donde ellos a la entrada, cerró la puerta detrás de sí, y dijo: Por favor, hermanos, no hagáis esta maldad. Mirad, aquí tengo dos hijas que aún no han conocido varón. Os las sacaré y haced con ellas como bien os parezca; pero a estos hombres no les hagáis nada, que para eso han venido al amparo de mi techo. Mas ellos respondieron: ¡Quita allá! Uno que ha venido a avecindarse, ¿va a meterse a juez? Ahora te trataremos a ti peor que a ellos. Y forcejearon con él, con Lot, de tal modo que estaban a punto de romper la puerta. Pero los hombres alargaron las manos, tiraron de Lot hacia sí, adentro de la casa, cerraron la puerta, y a los hombres que estaban a la entrada de la casa les dejaron deslumbrados desde el chico hasta el grande, y mal se vieron para encontrar la entrada”.

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El punto de vista de la Biblia, sobre la homosexualidad es muy claro, leemos en (Levítico 18:22). “No tendrás relaciones con un hombre como se hace con una mujer: esto es una cosa abominable”. No hay disculpas, ni concesiones, ni ambigüedad, la práctica homosexual es infame a la vista de Dios.

Para los israelitas de la antigüedad que vivían bajo la ley de Moisés, el castigo por esta práctica era la muerte, como muestra (Levítico 20:13); “Y cuando un hombre se acuesta con un varón igual a como uno se acuesta con una mujer, ambos han hecho una cosa detestable. Deben ser muertos sin falta. Su propia sangre está sobre ellos”.

Afortunadamente, hoy día, los judíos no matan a los homosexuales, pero si les objetan e intentan ayudarles a dejar esta práctica, según (Deuteronomio 23:17); “No haya ramera entre las hijas de Israel, ni haya sodomita de entre los hijos de Israel”.

Además, según (Deuteronomio 22:5); “La mujer no llevará ropa de hombre ni el hombre se pondrá vestidos de mujer, porque el que hace esto es una abominación para Yahveh tu Dios”. En el judaísmo, el hombre no debe usar ropa de mujer, ni la mujer debe usar ropa de hombre.

Seguramente alguien está pensando o diciendo “todo eso, está bien, pero se trata del Antiguo Testamento, yo soy cristiano y estoy bajo la gracia del Señor, no estoy obligado a aplicar el Antiguo Pacto”.

Jesús nació y se crio como judío y dijo en (Mateo 5:17); “No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento”, por lo tanto, Jesús vino para predicar las palabras o las Leyes de Dios y seguir el camino de los Profetas anteriores.

En el siglo I, “unos fariseos se acercaron a Jesús, para ponerle a prueba, le preguntaron: ¿Puede uno repudiar a su mujer por un motivo cualquiera? Jesús respondió: ¿No habéis leído que el Creador, desde el comienzo, los hizo varón y hembra?” (Mateo 19:3-4).

Dios siguió condenando la homosexualidad, según el apóstol Pablo en (1 Corintios 6:9-10); “¡Qué! ¿No saben que los injustos no heredarán el reino de Dios? No se extravíen. Ni fornicadores, ni idólatras, ni adúlteros, ni hombres que se tienen para propósitos contranaturales, ni hombres que se acuestan con hombres, ni ladrones, ni personas dominadas por la avidez, ni borrachos, ni injuriadores, ni los que practican extorsión heredarán el reino de Dios”.

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Dios conoce nuestra composición física, mental, emocional y espiritual y aun así se opone a la homosexualidad porque, entre otras cosas, no beneficia al individuo, como lo confirma la carta del apóstol Pablo que escribió a los cristianos de Roma en (Romanos 1:26-29); “Por eso los entregó Dios a pasiones infames; pues sus mujeres invirtieron las relaciones naturales por otras contra la naturaleza; igualmente los hombres, abandonando el uso natural de la mujer, se abrasaron en deseos los unos por los otros, cometiendo la infamia de hombre con hombre, recibiendo en sí mismos el pago merecido de su extravío. Y como no tuvieron a bien guardar el verdadero conocimiento de Dios, entregó Dios a su mente insensata, para que hicieran lo que no conviene: llenos de toda injusticia, perversidad, codicia, maldad, henchidos de envidia, de homicidio, de contienda, de engaño, de malignidad, chismosos”.

No solo dice que la homosexualidad es “vergonzosa, obscena y no apropiada”, sino también “contraria a la naturaleza”. Seguramente, lo que quería decir Pablo es que, todo comportamiento homosexual es contrario a la naturaleza del género humano con relación a la creación y es una divergencia del proyecto creativo de Dios.

Pablo también dice, cuando una persona se deja llevar por un “codicioso apetito sexual”, puede llegar a esclavizarse (1 Tesalonicenses 4:5); “y no dominado por la pasión, como hacen los gentiles que no conocen a Dios”. Esto hace recordar la advertencia de Pablo en (Romanos 6:12); “No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal de modo que obedezcáis a sus apetencias”.

Podemos estar agradecidos a Dios, por no cambiar sus normas sólo para satisfacer los caprichos pasajeros o los deseos pervertidos del ser humano. Dios quiere que le honremos, por nuestros comportamientos y actitudes.

La prohibición de la Biblia de dar expresión a la homosexualidad se puede ver no como una condena y discriminación, sino como una mano fuerte de apoyo y de estímulo para la persona que tiene tendencias homosexuales, diciéndole que si realmente quiere, puede lograr superarla y canalizar su sexualidad de una manera productiva, equilibrada y sana.

La Biblia no fue entregada a los ángeles, sino a personas con todas sus debilidades y deficiencias. Lo que distingue el ser humano de un animal es que el animal está dominado por su instinto mientras que el ser humano lo domina, lo canaliza y lo sublima.

El hecho de que uno nazca con determinada tendencia sexual no lo transforma en una alternativa de vida válida, lo que sí implica es que tiene un desafío y una misión especial.

No obstante, en varias ocasiones escuché a Su Santidad diciendo y con razón: el cristianismo es amor, el amor no tiene género, lo más importante para Jesús es lo que dijo en (Mateo 22:37-40); “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el mayor y el primer mandamiento. El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los Profetas”. Además, “Dios es Amor, quien no ama no ha conocido a Dios” (1 Juan 4:8).

Su Santidad, con todo el respeto y afecto cristiano: Dios, no confunde amor con sentimentalismo: el amor verdadero también incluye disciplina, como muestra el apóstol Pablo en (Hebreos 12:6); “Pues a quien ama el Señor, le corrige; y azota a todos los hijos que acoge”.

Además, leemos en (Judas 7); “Y lo mismo Sodoma y Gomorra y las ciudades vecinas, que como ellos fornicaron y se fueron tras una carne diferente, padeciendo la pena de un fuego eterno, sirven de ejemplo”.

También en (Apocalipsis 21:8); “Pero los cobardes, los incrédulos, los abominables, los asesinos, los impuros, los hechiceros, los idólatras y todos los embusteros tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre: que es la muerte segunda”.

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El apóstol Pablo emplea el término “fornicario”, en (Efesios 5:5); “Porque tened entendido que ningún fornicario o impuro o codicioso, que es ser idólatra, participará en la herencia del Reino de Cristo y de Dios”, que se refiera al pecado de la práctica homosexualidad. En todos los casos citados, los fornicarios sufrirán la ira feroz del Todopoderoso debido a su inmoralidad sexual.

Por lo tanto, los verdaderos cristianos estamos obligados, como dice Pablo en (Tito 1:9); “Que esté adherido a la palabra fiel, conforme a la enseñanza, para que sea capaz de exhortar con la sana doctrina y refutar a los que contradicen”, a conocer e intentar aplicar las palabras del Señor.

Por amor al Dios verdadero y al prójimo, la Iglesia Católica y los cristianos no matamos ni castigamos a los homosexuales, ni a nadie, pero tampoco los clérigos deben suavizar las normas bíblicas y pasar por alto el pecado para ceder a los homosexuales lo que quieren oír, sin cumplir con su obligación de predicar la palabra del Señor.

Esta es la responsabilidad del sacerdote tanto para los homosexuales como para toda la comunidad cristiana.

Conforta saber que hay quienes se han puesto de parte de la enseñanza saludable que se encuentra en la Palabra de Dios, en (1 Timoteo 1:8-11); “Ahora bien, nosotros sabemos que la Ley es excelente con tal que uno la maneje legítimamente con el conocimiento de este hecho: que la ley no se promulga para el justo, sino para desaforados e ingobernables, impíos y pecadores, faltos de bondad amorosa, y profanos, parricidas y matricidas, homicidas, fornicadores, hombres que se acuestan con varones, secuestradores, mentirosos, perjuros y cualquier otra cosa que esté en oposición a la enseñanza saludable según las gloriosas buenas nuevas del Dios feliz, que me fueron encomendadas”.

Los homosexuales que deseen servir a Dios deben acatar las palabras del Señor expuestas con claridad, en la Biblia en (Mateo 6:24); “Nadie puede servir a dos señores; porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al Dinero”. Hay que reconocer que no es fácil, pero tampoco es imposible.

Su Santidad, honestamente, no creo que sea necesario añadir ningún comentario personal más, dejemos que las palabras del Señor hablen por sí mismas en (Apocalipsis 22:15-21); “¡Fuera los perros, los hechiceros, los impuros, los asesinos, los idólatras, y todo el que ame y practique la mentira! Yo, Jesús, he enviado a mi Ángel para daros testimonio de lo referente a las Iglesias. Yo soy el Retoño y el descendiente de David, el Lucero radiante del alba. El Espíritu y la Novia dicen: ¡Ven! Y el que oiga, diga: ¡Ven! Y el que tenga sed, que se acerque, y el que quiera, reciba gratis agua de vida. Yo advierto a todo el que escuche las palabras proféticas de este libro: Si alguno añade algo sobre esto, Dios echará sobre él las plagas que se describen en este libro. Y si alguno quita algo a las palabras de este libro profético, Dios le quitará su parte en el árbol de la Vida y en la Ciudad Santa, que se describen en este libro. Dice el que da testimonio de todo esto: Sí, vengo pronto. ¡Amén! ¡Ven, Señor Jesús! Que la gracia del Señor Jesús sea con todos. ¡Amén!”.

Finalmente, con todo el cariño y amor cristiano, rectificar es de sabio y es de buen cristiano.

Raad Salam Naaman es un cristiano católico caldeo de origen iraquí, español de nacionalidad, Doctor en Filología Árabe, Estudios Árabes Islámicos y Ciencias Religiosas.

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