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Navarra

Pablo Sagastibelza

Desde hace meses, casualmente con la llegada de ZP a la poltrona de Presidente del Gobierno, asistimos pasmados a lo que puede llegar a ser el proceso de desintegración de España como conjunto de pueblos diversos, con lazos de unión más fuertes que las diferencias que algunos se empeñan en acentuar.

ZP afirmó hace pocos días en el Congreso de los Diputados, en el supuesto debate sobre el estado de la Nación, que "algunos no tienen ni idea de lo que realmente es España". No obstante, la impresión de muchos es que quien no tiene ni pajolera idea sobre la historia de este país es su propio Presidente. Cuestión muy grave, pero cierta. En el mejor de los casos, la miopía histórica presidencial llega hasta 1933, y no del todo. Quizá, esta grave enfermedad forme parte de la esencia de la democracia: tener cintura. Nuestro Presidente se está convirtiendo en los foros internacionales en el Gran Acuñador de Máximas Ilustres, tan ilustres como vacías, frívolas y cínicas.

Yendo a lo concreto, quería llamar la atención de los amables lectores sobre la Comunidad Foral de Navarra, pequeño territorio que cuenta con medio millón de habitantes, y que desde hace siglos se siente y se sabe español con todas las letras. Hoy día, el antiguo Reyno de Navarra se encuentra entre dos fuegos: el socialista que está dispuesto a venderse al mejor postor, y el nacionalista extremo, que desea a toda costa la anexión de Navarra al País Vasco como fruto de sus delirios racistas. No cito a los nacionalistas "moderados" -PNV- puesto que en la Comunidad Foral no existen ni han existido nunca: esta formación política jamás ha conseguido un escaño en el Parlamento Foral en toda su historia. Les hubiera encantado, pero Navarra no es su sitio.

Se la jugaron a Navarra cuando se aprobó la Constitución que los españoles nos dimos a nosotros mismos en 1978. En ese momento, todo el mundo sabía y todos eran conscientes de que, por concesión a un nacionalismo airado que en Navarra nada contaba, se aprobó la Transitoria Cuarta, puerta abierta a lo que hoy estamos viendo: un territorio que puede convertirse en triste moneda de cambio por la compra de terroristas y sus adláteres. Navarra, de nuevo, está "a los pies de los caballos".

Nunca los navarros han sido vascos, a pesar incluso de las constantes provocaciones del mundo abertzale y demás nacionalistas. Es patético, por ejemplo, que desde hace unos años, después de complejas batallas políticas, toda la Comunidad Foral esté regada de carteles oficiales en vasco. No hay nada más pintoresco y contradictorio que consultar en vasco la guía de teléfonos en Tudela, Corella, Murchante, Cintruénigo, Ablitas o Lodosa. Largo sería hablar de la política educativa del nacionalismo a través de las famosas ikastolas, que también en Navarra han hecho estragos de euskerización, o los sangrientos atentados y asesinatos de la banda ETA, que mata a quien no piensa como ellos. No hay diálogo, sólo terror y muerte. En este contexto, ¿se imaginan ustedes lo que sería un referéndum en Navarra para preguntar sobre su anexión al País Vasco?

Navarra no es tierra de odios y rencores, bien lo saben quienes viven o han tenido la suerte de vivir allí, pero no es menos cierto que siempre ha estado ambicionada por vecinos poderosos: Francia, Castilla o Aragón. Ha sido un reino pequeño, pero estratégico, y hoy también lo es. Hoy, Navarra es moneda de cambio para las supuestas negociaciones con ETA y su entorno, pero la historia es tozuda, y miles de años no se cambian de un plumazo, aunque alguno se empeñe. ZP debería aprender historia de verdad, y tener conciencia de que el viejo Reyno siempre ha subsistido.

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