El Ayuntamiento de Madrid paga cada año 1,6 millones de euros a la empresa que se dedica a la inspección y conservación de las pasos a distinto nivel de Madrid: un total de 127 para vehículos y 39 para peatones, de los que 31 son pasarelas para peatones. A estas últimas, las que usan los vecinos que se trasladan a pie, solamente se destinan 100.000 euros de la inversión global, “una cantidad exigua, pues no es ni el 7 por ciento”.
La consecuencia es el grave deterioro de algunas pasarelas, como la que estamos viendo aquí, en Vallecas”, ha dicho el portavoz del Grupo Municipal Socialista, Jaime Lissavetzky, refiriéndose a la que cruza la Autovía A-3, entre Moratalaz y Arroyo Fontarrón. El estado físico de esta instalación supone un peligro tanto para quienes transitan por ella, para cruzar la autovía, como para los vehículos que circulan por debajo. Las chapas metálicas que forman el piso están deformadas y, algunas, mal atornilladas, lo que hace inseguro el paso y puede provocar tropezones o caídas. Las chapas de la parte inferior están flojas, y podrían caerse sobre la carretera; se ve incluso el hueco que ha dejado una pieza que ya se ha caído y que no se ha repuesto. Las que forman la cubierta de la pasarela están deformadas y hay algunas sueltas. Hay muchas zonas oxidadas, corroídas, que afectan, incluso, a elementos estructurales, lo que aumenta el riesgo para los usuarios.
Nosotros apostamos por la accesibilidad y la seguridad”, ha dicho Lissavetzky, que considera que es poco el dinero que se destina a la conservación de las pasarelas peatonales, y aún menos si se compara con la inversión realizada en otros pasos situados en Madrid Río. “Hace pocos meses el anterior alcalde, acompañado por Ana Botella, actual alcaldesa, inauguró una pasarela sobre el Manzanares del arquitecto Dominique Perrault, que costó 13,6 millones de euros. Y no se trata de un enfrentamiento entre barrios o distritos, es un aviso porque parece que sólo se ocupan de las pasarelas cuando hay problemas graves”.
El grupo socialista pide un plan general de actuaciones sobre pasos elevados para peatones, teniendo en cuenta también el acceso de quienes van en silla de ruedas o llevan cochecitos de niños. A este respecto se ha referido a otra pasarela, situada también sobre la A-3 o Avenida del Mediterráneo, a pocos metros de la primera, que no tiene rampas de subida o bajada, y que, además, puede resultar peligrosa para quienes la utilicen por sus escaleras empinadas, que acaban en la carretera.
“Esto es la política de las pequeñas cosas. En un Ayuntamiento, aunque sea tan grande como el de Madrid, hay que tener en cuenta a los vecinos, hacerles la vida más agradable. Y más allá de las grandes operaciones, de los lujosos palacios, como el de Cibeles, hay que recordar siempre que tenemos problemas que afectan a los ciudadanos y que no se resuelven, dada la pésima gestión del Ayuntamiento”.
Lissavetzky ha dado otros ejemplos de pasos peatonales deteriorados, como la pasarela que cruza la A-2 a la altura de la avenida de Bruselas. En este caso, hay un problema de accesibilidad porque la anchura es de 90 centímetros, cuando la normativa exige que los itinerarios peatonales sean, como mínimo, es de 1,20 metros.
Para concluir, el portavoz socialista ha achacado estas carencias, no a la crisis, sino al olvido municipal y a un modelo de gestión que se basa en la centralización y en la inoperancia de las Juntas Municipales. “Es que ni siquiera sé si la señora Botella sabe que aquí hay una pasarela, así que menos sabrá en qué condiciones se encuentra”.
