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El barrio de Guindalera, ejemplo de convivencia intercultural

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Muy cerca del gentío, del lujo y de la actividad comercial de calles como Serrano, José Ortega y Gasset o Goya, se esconde una realidad bien distinta. Un verdadero ejemplo de convivencia, intercultural y pacífica, que pocos madrileños situarían en el distrito de Salamanca pero que de un tiempo a esta parte se ha convertido en una de las señas de identidad del barrio de Guindalera.

El conjunto de calles que se sitúan entre Francisco Silvela, Béjar, Pilar de Zaragoza y Ferrer del Río, acoge un porcentaje de inmigración bastante superior a la media registrada en la ciudad o en el propio distrito. Extranjeros venidos de lugares tan dispares como Perú y Ecuador (las colonias más numerosas), Argentina, Marruecos o China conviven a diario con los nacidos en esta zona de la ciudad donde algunas casas antiguas parecen sobrevivir a la fiebre de la nueva construcción. Es esta, quizá, una de las razones que ha facilitado la llegada de los extranjeros, motivados por los alquileres más bajos y dando lugar a lo que algunos llaman “hogares de llegada” y que no es otra cosa que viviendas que pasan de mano en mano entre la población inmigrante.

Buena muestra de esta rápida evolución la encontramos por ejemplo en el Colegio Dulce Nombre de Jesús de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl. Desde hace algunos años la llegada de alumnos extranjeros ha sido masiva, alcanzando el 82% de inmigración en sus aulas. La mayoría de los niños proceden de Centroamérica y Sudamérica, aunque también estudian en este centro concertado alrededor de 18 alumnos de países de África y otros 18 de Europa. La directora, Pilar Val Castro, asegura que el conocimiento de una nueva lengua es el principal problema que deben afrontar los alumnos, “sin embargo, por los resultados de cursos pasados, al final la mayoría alcanza los conocimientos exigidos, y de esta forma se afecta mínimamente el nivel educativo del colegio”. Una vez más, este colegio es un reflejo del barrio y no ha registrado ningún problema asociado a la presencia de la inmigración. “Los alumnos y sus familias  -comenta la directora- se han integrado bien en la comunidad escolar y también participan en las actividades extraescolares organizadas por el AMPA”.

Junto al colegio encontramos también la Iglesia de Nuestra Señora del Henar, otro de los lugares del barrio donde el fenómeno de la inmigración se ve con otros ojos. Su párroco, Mariano de Frías, lleva 23 años al frente de esta iglesia y ha sido testigo directo de los cambios de la Guindalera.

También en la actividad parroquial la presencia de inmigrantes es evidente. “El año pasado, de los 26 niños de Primera Comunión, 22 fueron extranjeros. Y en el grupo de Confirmación, de los 8 jóvenes, 6 eran inmigrantes”, destaca el sacerdote. “Además -continúa- han creado una hermandad de peruanos alrededor del patrón de Perú, el Señor de los Milagros. Tienen una misa mayor al mes y el pasado 21 de octubre celebraron su gran fiesta con una procesión por las calles del barrio”. Muchos de estos recién llegados luchan por abrirse camino en un nuevo país y cuentan con pocos recursos de los que valerse. Por ello, Cáritas atiende en Nuestra Señora del Henar a cerca de 100 familias necesitadas. “Repartimos alimentos los primeros y segundos lunes de cada mes y ropa los primeros y terceros jueves. El año pasado, por ejemplo, entregamos 15.000 kilos de comida”, recuerda orgulloso el párroco.

Un simple paseo por las calles de este “cuadrado de la inmigración” en el distrito de Salamanca basta para comprobar la nueva realidad. De igual forma, la actividad co-mercial de la zona comienza a adaptarse a los nuevos vecinos. Los pequeños negocios regentados por las comunidades extranjeras empiezan a aparecer timidamente, relanzado la actividad comercial “de barrio” que se estaba perdiendo ante la cercanía de las grandes tiendas. Locutorios, restaurantes de comida oriental o establecimientos de comestibles latinos ofrecen nuevas oportunidades a los madrileños de siempre. Muchos de sus propietarios viven también en el barrio. La propietaria de “Jennifer Alimentación Productos Latinos”, por ejemplo, abandonó la habitación de un piso compartido en el que vivía para trasladarse con su familia a un piso de alquiler en Guindalera. Desde hace cuatro años regenta la única tienda de ultramarinos del barrio con un rincón muy especial dedicado a los productos de su tierra y poco a poco se ha ganado el respeto de sus clientes, españoles y extranjeros sin distinción.

No cabe duda de que el barrio de Guindalera es hoy el reflejo de los cambios vividos por la ciudad en los últimos años. Pero debe ser además un ejemplo del que aprender, más aún cuando sucesos con tintes xenófobos como los de Legazpi o Alfonso XIII resurgen con más fuerza.

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