Don Gil de las calzas verdes, o el esplendor del barroco

La Compañía Nacional de Teatro Clásico vuelve a rayar a la altura acostumbrada con la representación de la célebre comedia de Tirso de Molina, Don Gil de las calzas verdes, en el Teatro Pavón. Se trata de una de las obras maestras no sólo de Tirso, sino de todo el repertorio teatral del Siglo de Oro. Estrenada en 1615, ambientada en ese Madrid que debutaba como corte del reino, esta comedia de enredo y espléndido artificio vuelve a deleitar a los madrileños casi 400 años después.

Don Gil continúa la línea programática de la comedia barroca, cuyos principios artísticos fundara Lope de Vega: una acción trepidante y bien urdida, un verso tan fluido como bello, una galería de personajes arquetípicos que encarnan los vicios y virtudes de la sociedad de la época -entre los que destaca el criado gracioso, aquí desternillante- y un único motor vital que alienta los actos de los héroes: el ideal del honor manchado y en trance de recuperación. En este caso no es héroe, sino heroína: Doña Juana, una mujer ejemplar que, víctima del despecho amoroso por el engaño de un mediocre don juan -Don Martín-, urde su venganza presentándose en Madrid para recuperar el honor perdido. Para ello se disfrazará de ambiguo y misterioso galán, Don Gil de las calzas verdes, y seducirá a Doña Inés, la rica y superficial dama casadera cuya dote pretende Don Martín.

El resto es enredo, armonía, vistosidad en las caracterizaciones, humor, sátira de costumbres y una honda moraleja, típicamente barroca: la necesidad de reivindicar la honra propia tras la experiencia del dolor y el desengaño. La clásica puesta en escena permite lucir lo más excelso de nuestra literatura

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