Yolanda Díaz: entre el silencio a los casos de corrupción y la supervivencia política

Yolanda Díaz
La vicepresidenta y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, Fuente EP
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Raúl Sánchez Folgueiras

Raúl Sánchez Folgueiras, economista y director adjunto de El Distrito Ha trabajado en diferentes medios de comunicación, en periódicos como Estrella Digital como director y posteriormente como redactor jefe de Merca2. Colabora como tertuliano en diferentes TV y radios nacionales. IG /Twitter: RaulFolgueiras

Mientras la UCO entraba en la sede del PSOE para registrar los correos de Santos Cerdán en el marco del caso Koldo este viernes, la vicepresidenta y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, guardaba silencio.

Ninguna declaración, ningún gesto público, ningún intento de marcar distancias. El mutismo de la vicepresidenta segunda y líder de Sumar contrastaba con la gravedad del momento: la corrupción cercaba al partido que sostiene al Gobierno, y su principal socia de coalición se desentendía.

Pero este silencio no fue un desliz. Fue una decisión política que retrata con claridad el momento que atraviesa Yolanda Díaz: una dirigente que parece más preocupada por su posición en el poder que por el compromiso con la regeneración democrática que ella misma proclamó.

Apenas unas horas del registro en Ferraz, la vicepresidenta aparecía radiante en la fiesta de aniversario de El HuffPost. Vestida con un conjunto llamativo, escote en la espalda y tacones de 10 centímetros, Yolanda Díaz posaba para los medios, sonreía con soltura y conversaba con periodistas y personajes de la vida social madrileña, como si las causas de corrupción, tras el escándalo de la salida del secretario de Organización, Santos Cerdán,  que acorralan al partido socialista y al Gobierno de Pedro Sánchez del que ella forma parte, no fueran con ella ni con Sumar.

La ausencia de Yolanda Díaz en la sesión de control al Gobierno del miércoles Yolanda Díaz, fue defendida porque según ella no tenía preguntas que responder de los grupos, ha agregado que visto el «auténtico bochorno» en el que se convirtió el Pleno, dado que el ‘y tú más’ entre PSOE y PP no arregla los problemas de la corrupción, fue buena decisión el no asistir. 

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Pero la acción, que podría entenderse como un gesto de firmeza, quedó desdibujada por su falta de contundencia previa. Díaz no exigió responsabilidades, no pidió dimisiones, no planteó ningún ultimátum real. Sencillamente, se ausentó. Y después, regresó a su despacho.

Desde Podemos, que ya ha superado el trauma de su salida del Gobierno, han cargado con dureza contra Yolanda Díaz. La acusan de ser una dirigente «amortizada», que solo piensa en conservar su cargo, mantener su despacho, el coche oficial  y que ha renunciado a cualquier confrontación con el PSOE por miedo a romper la coalición.

Podemos considera un fracaso el liderazgo de Yolanda Díaz

Para la formación morada, el liderazgo de Díaz ha sido un fracaso, incapaz de consolidar un espacio propio a la izquierda del PSOE y cada vez más dependiente del propio aparato socialista. «Solo quiere seguir en el Gobierno. Por eso no se atreve a levantar la voz», apuntan desde la dirección de Podemos.

Las encuestas recientes parecen darles la razón. Sumar aparece ya por detrás de Podemos en algunas proyecciones de voto, un escenario impensable hace apenas un año.

El partido morado ha sido muy duro en comparación con el mensaje blando por los casos de corrupción, desde los audios de la fontanera del PSOE, Leire Diez, pasando por el informe de la UCO sobre Santos Cerdán y la trama de corrupción que vamos conociendo con mordidas en obras públicas. Para la formación de Ione Belarra,  la legislatura está acabada y el Gobierno muerto políticamente.

La imagen de Yolanda Díaz como líder carismática y alternativa transformadora se ha ido diluyendo. Sus mensajes pierden fuerza, sus intervenciones generan menos interés, y su proyecto político parece haber entrado en una fase terminal, con su ley de reducción de jornada laboral abocada al fracaso.

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Muchos que han trabajado con ella coinciden: la ministra está amortizada, y su futuro parece confluir con el PSOE, donde podría encontrar acomodo en próximas etapas.

El desgaste de Yolanda Díaz no es solo electoral. También es simbólico. Representaba una forma diferente de hacer política, con sensibilidad social, feminismo y un tono amable. Pero esa construcción ha chocado con la realidad del poder.

Al final, la vicepresidenta ha optado por la comodidad del despacho antes que por la incomodidad de la denuncia. Ha preferido una foto en una fiesta antes que una rueda de prensa con preguntas incómodas. Ha evitado confrontar al PSOE, aunque eso suponga traicionar el mandato ético de su electorado.

El PP acusa a la ministra de Trabajo de defender al número 1

La que venía a levantar alfombras ha acabado chapoteando en las alcantarillas de Ferraz. Cuanto más la conocen, menos la votan», exclamó el lider del PP, Nuñez Feijóo,  hace unos dias en el parlamento  reprochando a la titular de Trabajo de «dejar tirados a los suyos», «pisotear a quienes la auparon» y ahora «se arrastra mendigando relevancia».

«La que venía a regenerar la política ahora tapa la podredumbre de este Gobierno, defendiendo al número 1″, le esperaba Feijóo desde su escaño.

En política, los silencios pesan tanto como las palabras. Y el silencio de Yolanda Díaz en esta semana crítica la retrata. No como una dirigente prudente, sino como una dirigente cálculadora.

Alguien que sabe que su margen de maniobra se estrecha y que su única salida viable pasa por no molestar demasiado al inquilino de La Moncloa. Esa estrategia puede servir para aguantar unos meses más. Pero no construye futuro.

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El caso Koldo, con implicaciones de dos ex secretarios de Organización, Ábalos y Cerdán,  con sus derivadas en Adif, Transportes y el corazón del PSOE, no es un caso más. Y lo peor al parecer está aún por salir, ya que la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil (UCO) prepara varios informes que implicarían a otros miembros del Gobierno.

Es una amenaza directa a la credibilidad de un Gobierno que prometió limpieza y ejemplaridad. Y en ese contexto, el silencio de Díaz no es neutro. Es cómplice. Porque quien calla, otorga. Y quien prefiere no incomodar al poder, termina formando parte de él.

Yolanda Díaz tenía la oportunidad de marcar perfil, de diferenciarse, de mostrar que Sumar no es un apéndice del PSOE, sino un proyecto autónomo con principios firmes. Pero no lo ha hecho. Ha elegido el camino fácil: callar, esperar, mantenerse.

Puede que eso le asegure unas semanas más de estabilidad. Pero a costa de su credibilidad. A costa de su legado. A costa de convertirse, en definitiva, en una ministra más del PSOE. Una más, de las que no estorban.

Díaz se reunió este lunes con el presidente Sánchez y reclamó únicamente al jefe del Ejecutivo un reseteo de la legislatura y un nuevo marco de relaciones entre PSOE y Sumar para mantener el Ejecutivo, así como la reunión de la comisión de seguimiento del acuerdo de gobierno entre ambas formaciones.

Pero nada más, ni dimisiones ni crisis de Gobierno y por supuesto nada de hablar de una moción de confianza, no vaya a ser que la pierda el presidente de Gobierno y tenga que convocar elecciones

 

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