La televisión española ha quedado reducida a contarnos o que “ellas” opinan de “ellos” y lo que hacen unos y otros; esto por la tarde. Durante las mañanas nos enseñan a guisar, cuando eso ya no se lleva, pese a que la habitación más costosa de la casa es la cocina.
Por todo ello, dedico especial atención a las recomendaciones publicitarias. Esas que nos sorprenden cuando un programa lleva en antena tan sólo unos minutos. Pues bien, en ellas además de recomendarme cuál es el mejor coche, me dicen la fórmula para que tener arrugas en la piel -esos pliegues cutáneos que producen rechazo social- deje de ser un problema. Ahora comprendo por qué los viejos están tan mal vistos: por las arrugas.
Antaño se decía que la arruga era bella y que el hombre cuanto más feo, más hermoso. Pues bien, todo eso es historia pasada, ya que hoy los varones acuden a la peluquería para depilarse a la cera; y es que los hombres de pelo en pecho han desaparecido. Quizás va a ser verdad lo que dice METRO: “mucha postura sexual pero pocos orgasmos”.
La pócima milagrosa no es otra que la baba de caracol, que transforma tu cara, cuando se aplica sobre la piel, en el cutis de un bebé. Lo que me llama la atención es que las francesas, grandes consumidoras de caracoles, finalmente avaban por tener arrugas; quizás sea por una mala administración del producto.
Y puestos a ilusionarnos con descubrimientos, me gustaría que los americanos descubrieran las propiedades que para el rejuvenecimiento de la piel tienen las cacas de los canes. Ello supondría el hallazgo del siglo. Además de acabar con las pieles fléccidas, desaparecerían de las calles los excrementos perrunos, pues se pagarían a millón los detritus caninos.