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Santos Cerdán: el último pilar podrido del PSOE

La cloaca socialista ya no puede contener su hedor. Santos Cerdán, número tres del PSOE y mano derecha de Pedro Sánchez, ha dejado de ser un simple operador de partido para convertirse en símbolo de la descomposición moral de la cúpula socialista. Las revelaciones que lo vinculan directamente con el cobro de comisiones ilegales en la trama Koldo no son una anécdota más: son la confirmación de que el PSOE ya no es un partido político, sino una organización clientelar, corrompida hasta los huesos.

La UCO de la Guardia Civil no lanza insinuaciones al azar. Habla de mensajes, grabaciones, contratos amañados y sobrecitos con dinero en efectivo. Habla de Cerdán moviendo hilos para beneficiar a empresas amigas desde su cargo en Ferraz. Habla de influencias, favores y silencios comprados. Habla, en definitiva, de cómo se compran y se venden voluntades dentro de un sistema que Pedro Sánchez ha dirigido con puño de hierro y ética de cloaca.

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Mientras tanto, la maquinaria socialista se pone en marcha para blindar al caído. Los barones le aplauden, los ministros le defienden y los medios afines repiten el mantra: “No hay pruebas concluyentes”. Pero los españoles no son idiotas. Saben que el que paga sobres no firma facturas. Saben que el que está en la cúspide del poder no ensucia sus manos: usa a otros. Y saben que cuando el río suena —y ya suena como un tsunami—, es porque el fango está desbordando hasta el último dique.

Cerdán no es un caso aislado. Es el eslabón visible de una red de corrupción institucionalizada que incluye a la esposa del presidente, al entorno de Ábalos, a empresarios afines y a media Moncloa. Si el PSOE no actúa con contundencia, quedará certificado lo que ya muchos sospechan: que Sánchez lo sabía todo, que lo permitió todo y que ahora intenta taparlo todo.

Santos Cerdán no está al borde del abismo. Está empujando al país hacia él. Y el silencio cómplice del PSOE solo acelera la caída

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