Lo que ayer se vio en “El Mundo al Rojo”, debería servir para despejar definitivamente cualquier duda sobre la forma de hacer política de Pedro Sánchez: calculadora, personalista, cruel y carente de escrúpulos. Los WhatsApp filtrados entre el presidente del Gobierno y su entonces ministro y mano derecha, José Luis Ábalos, son un retrato sin filtros del tipo de liderazgo que se ejerce en La Moncloa. Y lo que se ve, no gusta ni sorprende: confirma lo peor.
Durante la emisión, se repasaron algunos de los mensajes más hirientes, cínicos y ofensivos del presidente. No se trata de rumores ni de interpretaciones sesgadas. Son palabras literales salidas del móvil de quien hoy sigue ocupando el cargo más importante del Estado español. Y lo más escandaloso no es solo el contenido, sino la naturalidad con la que Sánchez se expresa cuando cree que nadie lo está mirando.
Un estilo de poder basado en la humillación y la manipulación
En los WhatsApp de Sánchez y Ábalos conocidos hasta ahora, el presidente no duda en ridiculizar a compañeros de partido, burlarse de decisiones institucionales y utilizar expresiones despectivas que avergonzarían a cualquier líder mínimamente serio. Pero no para él. Para Sánchez, la política es una mezcla de juego de tronos y teatro de sombras, donde lo importante no es el país ni sus ciudadanos, sino mantenerse en el sillón cueste lo que cueste.
El análisis de “El Mundo al Rojo” fue demoledor: Sánchez aparece como un dirigente que gobierna no con principios, sino con rencores y pactos de supervivencia. Las conversaciones con Ábalos dejan claro que las decisiones clave no se toman por convicción, sino por conveniencia. Que el mérito no existe y que todo se rige por la lealtad ciega o el miedo.
¿Este es el presidente que habla de regeneración democrática?
Resulta escandaloso que el mismo Pedro Sánchez que se presenta como el adalid de la transparencia, la ética institucional y la democracia avanzada utilice en privado un lenguaje cargado de desprecio, cinismo y estrategia personalista. Ayer quedó claro, con pruebas, que el Sánchez de los mítines y el del poder real no tienen nada que ver.
Mientras el presidente Sánchez posa en Bruselas hablando de “valores europeos” y presume en entrevistas internacionales de su “talante dialogante”, los WhatsApp con Ábalos lo retratan como un político autoritario, vengativo y sin respeto por sus propios ministros. Un hombre más preocupado por su imagen que por el bienestar de sus ciudadanos. Un operador político, no un estadista.
La complicidad de Ábalos: otra pieza en el engranaje
La figura de José Luis Ábalos tampoco sale indemne. Fue el receptor de esos mensajes y su tono en la conversación demuestra que no solo compartía la visión de Sánchez, sino que la reforzaba y celebraba. No estamos ante una víctima traicionada. Estamos ante un cómplice de una forma tóxica y destructiva de gobernar, ahora apartado pero partícipe.
Que ahora esos mensajes salgan a la luz por venganza, por cálculo o por estrategia política no anula lo más grave: lo que dicen y cómo lo dicen. Porque la degeneración moral del poder no se justifica por el contexto, sino por el contenido. Y aquí, el contenido es demoledor.
Silencio en Moncloa, ruido en la calle
Tras la emisión del programa y la avalancha de reacciones en redes sociales, el silencio del Gobierno ha sido atronador. Ninguna explicación, ningún desmentido. Solo una Moncloa atrincherada, en estado de shock, con la estrategia habitual: esperar a que pase el temporal. Pero esta vez, quizá no pase.
A diferencia de otras crisis, esta no la provoca la oposición, ni la prensa, ni una investigación judicial. Esta crisis nace de los propios mensajes del presidente, de sus propias palabras, de su propia forma de pensar. Y eso es mucho más difícil de enterrar.
¿Qué más queda por conocer?
El programa de Distrito TV dejó una pregunta sin respuesta: ¿cuántos más WhatsApp quedan por salir? Si lo conocido ya ha dejado al presidente en evidencia, ¿qué ocurrirá si se siguen filtrando mensajes? ¿Cuántos miembros de su Gobierno temen ahora ser los próximos en aparecer en los chats?
En un momento de gran desgaste institucional, esta revelación no hace más que profundizar la crisis de credibilidad del Ejecutivo. Ya no se trata solo de errores de gestión o promesas incumplidas: es una cuestión de principios, de dignidad, de respeto por las instituciones y las personas.
Un presidente sin escrúpulos
Lo de ayer no fue solo una emisión televisiva. Fue una radiografía moral de quien hoy ocupa La Moncloa. Pedro Sánchez ha perdido lo único que aún protegía su figura tras conocer los Whatsapp con Ábalos: el beneficio de la duda. Ya no hace falta interpretarlo: ahora lo escuchamos con sus propias palabras. Sin filtros. Sin excusas. Sin vergüenza.
El presidente se muestra como es: un profesional del poder, obsesionado con el control, incapaz de la empatía, rodeado de lealtades instrumentales y dispuesto a devorar a cualquiera que se interponga en su camino.
Y España, mientras tanto, sigue esperando un líder a la altura del país.