El Festival de Eurovisión es uno de los eventos musicales más seguidos del mundo, con millones de espectadores cada año y una repercusión mediática impresionante. Sin embargo, España lleva décadas sin ganar Eurovisión, y muchos se preguntan por qué.
A pesar de enviar propuestas competitivas y artistas talentosos, las posibilidades de victoria para España parecen mínimas año tras año. Este artículo analiza las razones principales por las que España tiene tan complicado ganar Eurovisión, desde factores geopolíticos y de votación hasta estrategias poco efectivas por parte de RTVE.
España: Más de 50 años sin ganar Eurovisión
La última vez que España ganó Eurovisión fue en 1969 con Salomé y su canción «Vivo cantando», en un empate histórico junto a Reino Unido, Francia y Países Bajos. Antes, en 1968, lo había hecho Massiel con «La, la, la». Desde entonces, más de medio siglo ha pasado sin que España vuelva a lo más alto del podio, a pesar de participar ininterrumpidamente cada año como parte del grupo de los «Big Five».

Artistas de la talla de Julio Iglesias con su tema Gwendolyne en 1970, que quedó en la posición número 10, Raphael que actuó en 1966 y 1967 interpretando Yo soy aquél y Hablemos de amor, obtuvo el sexto y séptimo puesto o Sergio Dalma con su canción Bailar pegados, consiguió ser cuarto, no llegaron al podio a pesar de que luego han triunfado internacionalmente.
El problema del voto geográfico y la falta de aliados
Uno de los factores más comentados es el voto vecinal o geopolítico. En Eurovisión, es común que los países voten a sus vecinos o aliados culturales. Por ejemplo:
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Escandinavia (Suecia, Noruega, Dinamarca, Finlandia e Islandia) tiende a votarse entre sí.
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Los países de Europa del Este como Rusia, Ucrania, Rumanía o Serbia también suelen apoyarse mutuamente.
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Grecia y Chipre se dan tradicionalmente la máxima puntuación.
En cambio, España no tiene un bloque de apoyo claro. Portugal, su vecino natural, no siempre participa o no suele darle puntuaciones altas. Francia e Italia, otros grandes países europeos, tienen también sus propias agendas de votación.
Esta falta de apoyo geopolítico coloca a España en desventaja desde el inicio. No tener un respaldo regional sólido implica depender exclusivamente de la calidad de la canción y de su impacto visual, algo que en Eurovisión no siempre es suficiente para ganar.
El peso desigual del jurado y el televoto
Desde 2009, Eurovisión utiliza un sistema mixto de votación: 50% jurado profesional y 50% televoto del público. En teoría, esto debería equilibrar las decisiones. Sin embargo, en la práctica, los jurados favorecen a ciertos estilos musicales y artistas con una proyección internacional, y pueden penalizar canciones más comerciales o con menos complejidad vocal.
Un caso emblemático fue Chanel en 2022 con «SloMo». A pesar de ser una actuación impecable en lo vocal, lo coreográfico y lo escénico, quedó tercera, superada por Ucrania y Reino Unido. Chanel recibió una puntuación altísima del jurado, pero no fue suficiente para ganar debido al televoto masivo a Ucrania por razones políticas y emocionales tras el inicio de la guerra.
Esto demuestra que aunque España lleve una candidatura perfecta, los factores externos influyen demasiado.
RTVE y su gestión de las candidaturas
Durante muchos años, RTVE fue criticada por enviar propuestas poco competitivas para ser campeón del festival (recordemos el caso de Rodolfo Chikilicuatre), muchas veces elegidas a dedo, sin un proceso transparente ni una estrategia clara.

Esto cambió parcialmente con la creación del Benidorm Fest, un nuevo formato nacional para seleccionar al representante español con participación pública y jurado profesional.
Gracias al Benidorm Fest, surgieron candidaturas más sólidas como:
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Chanel con «SloMo» (2022) – Tercer puesto, la mejor posición desde 1995.
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Blanca Paloma con «Eaea» (2023) – Pese a una propuesta artística valiente, quedó en un discreto puesto 17.
A pesar de estas mejoras, España sigue enfrentándose a la dificultad de conectar con el público europeo, que muchas veces no comprende la estética o el mensaje de las canciones españolas.
La barrera idiomática
Aunque Eurovisión permite cantar en cualquier idioma, la mayoría de países optan por el inglés como lengua vehicular para llegar a más audiencia. España sigue apostando mayoritariamente por el español, lo que puede suponer una barrera para el público que no entiende la letra.
Si bien es un valor cultural importante preservar el idioma propio, en un concurso donde el primer impacto es fundamental, el inglés sigue siendo el idioma dominante y facilita una mayor conexión emocional.
Cambios en las tendencias musicales
Eurovisión ha evolucionado mucho. Hoy, el festival premia no solo buenas voces, sino también espectáculos impactantes, puestas en escena arriesgadas y mensajes potentes. Países como Suecia han entendido esto a la perfección, logrando varias victorias recientes (como Loreen en 2012 y 2023).
España, en cambio, ha tardado en adaptarse a las nuevas dinámicas escénicas. Aunque con Chanel dio un salto de calidad, se requiere una continuidad y una apuesta estratégica a largo plazo para llegar a ser campeón del festival
Exceso de politización
Eurovisión, aunque intenta ser un evento apolítico, no puede escapar a la realidad geopolítica de Europa. Votaciones influenciadas por conflictos, alianzas internacionales o situaciones sociales afectan el resultado final.
En años como 2022 (con Ucrania ganando gracias al televoto en plena guerra) o 2016 (con la victoria de Jamala también para Ucrania con una canción de fuerte contenido político), se demostró que el contexto político pesa tanto como la calidad artística. En este escenario, España no suele beneficiarse de este tipo de «voto emocional».
España tiene muy difícil ganar Eurovisión por una suma de factores estructurales, culturales y políticos. La falta de voto vecinal, el escaso impacto en el televoto europeo, las decisiones discutibles de RTVE en el pasado y la barrera del idioma hacen que incluso con propuestas de calidad, como Chanel en 2022, la victoria siga estando muy lejos.
Aun así, con una estrategia coherente, propuestas innovadoras y continuidad en la apuesta por el talento nacional, España puede volver a soñar con el micrófono de cristal. Pero para ello, necesita algo más que una buena canción: necesita una narrativa que conquiste a Europa.