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16 minutos

Juan Luis Sánchez

Apocos días para las elecciones, qué casualidad, han salido un montón de comentarios, críticas y noticias jocosas en relación con el gobierno autonómico, que probablemente no han sido fomentados ni intensificados de forma maquiavélica por la oposición, en espera de conseguir un voto más, a falta de otros métodos más eficaces que no se les han ocurrido. Uno de ellos, sobradamente conocido, tenía su gracia, es cierto, pues resulta curioso que una empresa publicitaria hubiera puesto como eslogan de Telemadrid la desafortunada frase ‘Espejo de lo que somos’, que los trabajadores de la cadena que se quejan de manipulación política traducían como ‘Espe jode lo que somos’. Igualmente famoso es a estas alturas el inoportuno plano nuevo del metro madrileño, que no estaba a escala, cambiaba algunos sitios de localización geográfica y sustituía las líneas curvas por unos ángulos rectos que probablemente causarían caídas bruscas entre los viajeros si el metro tuviera que atravesarlos.

La cosa tiene su gracia, y da cierto juego para las columnas periodísticas como ésta, sobre todo si se pretende darle un aire jocoso y tal, pero han aparecido menos columnas sobre lo que realmente importa, que es la ampliación del metro propiamente dicha.

Por la subida de la vivienda, la especulación inmobiliaria y demás, el que escribe estas líneas logró comprar su casa en una zona madrileña, Ciudad de los Ángeles, donde habían subido una burrada, pero la burrada era un poco menor que en otras zonas madrileñas. Eso sí, el transporte era un poco deficiente. Poco antes de escribir este artículo tuve la ocasión de probar la prolongación de la línea 3, recientemente inaugurada, con la satisfacción de comprobar, cronómetro en mano que desde que entré en el metro hasta la llegada a la estación de Sol habían transcurrido únicamente 16 minutos. No es mi intención elogiar a ningún partido político de forma incondicional, pero créanselo o no, mi vida ha cambiado radicalmente gracias a esos 16 minutos. Hace unas semanas, el médico me daba poco tiempo de vida, por mis altas probabilidades de contraer un infarto de miocardio. Y es que tenía muy alto el colesterol, al tener que comer fuera, cerca de mi redacción todos los días. Ahora puedo llegar a mi casa en 16 minutos y comer mucho más sano, y mucho más barato, con lo que el ahorro a fin de mes es tan grande que puedo empezar a plantearme casarme y tener niños, a los que podré alimentar. Incluso llegaré a verles a diario antes de que se acuesten, pues sólo tardaré en regresar a casa 16 minutos.

No me dan los políticos muchos motivos para elogiarlos, suele ser al contrario, y no me quejo, pues como columnista tengo muy claro que quedan mucho mejor los artículos que protestan que los elogiosos. Es más, parece más útil comentar en los artículos las cosas que van mal, a fin de contribuir a solucionarlos, que escribir sobre que el jamón serrano que se ha producido este año en España es de excelente calidad, cosa sobradamente conocida, que además, nos abriría el apetito.

Si el metro funciona bien, ¿qué más da el plano, que al fin y al cabo es más fácil de cambiar que una ampliación de las líneas? Criticar el plano es como criticar al novio de toda la vida por el envoltorio cutre del opulento anillo de compromiso. ¿No será más importante el diamante? ¿Y lo que cuenta no es si nos queremos o no?
 

 

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