El Papa Francisco, el primer pontífice latinoamericano de la historia, ha fallecido este lunes en Roma a los 88 años de edad, tras complicaciones derivadas de una neumonía bilateral. La Santa Sede confirmó la noticia en la mañana, generando una oleada de reacciones de líderes religiosos, políticos y fieles en todo el mundo. Su muerte marca el fin de un papado que, desde su inicio en marzo de 2013, estuvo profundamente comprometido con la reforma interna de la Iglesia, la defensa de los más vulnerables y el impulso del diálogo interreligioso y social.
El Papa Francisco, una elección histórica
Jorge Mario Bergoglio nació en Buenos Aires, Argentina, el 17 de diciembre de 1936, en el seno de una familia de inmigrantes italianos. Fue ordenado sacerdote en 1969 y, como miembro de la Compañía de Jesús, se destacó por su humildad, compromiso social y capacidad de liderazgo. En 1998 fue nombrado arzobispo de Buenos Aires y, en 2001, cardenal por el Papa Juan Pablo II.
Su elección como Papa el 13 de marzo de 2013, tras la sorpresiva renuncia de Benedicto XVI, marcó un punto de inflexión. Francisco fue el primer papa jesuita, el primer pontífice americano y el primero no europeo en más de doce siglos. Su elección simbolizó el giro de la Iglesia hacia el Sur global y puso en el centro del papado la preocupación por los pobres, los migrantes, el medio ambiente y los excluidos.
Una agenda activa hasta el final
A pesar de su edad avanzada y problemas de salud recurrentes, en los días previos a su fallecimiento el Papa Francisco mantuvo una agenda sorprendentemente activa. El pasado fin de semana, se reunió con una delegación de jóvenes líderes climáticos en el Vaticano, a quienes alentó a “no rendirse ante la indiferencia global frente al sufrimiento de los pobres y la destrucción del planeta”. También recibió en audiencia a representantes de la comunidad cristiana libanesa y tuvo un breve encuentro con el embajador de Ucrania ante la Santa Sede.
Su participación en la tradicional bendición Urbi et Orbi del domingo, aunque visiblemente debilitado, fue interpretada como una muestra más de su fuerte sentido del deber pastoral. Las imágenes de ese día, saludando desde el balcón central de la Basílica de San Pedro, han quedado grabadas como una despedida silenciosa y profundamente simbólica.
Un pontificado reformista
Desde el comienzo de su pontificado, Francisco mostró su voluntad de transformar una Iglesia percibida como lejana, rígida y atrapada en sus propias estructuras. Su enfoque fue pastoral más que doctrinal: se preocupó más por acompañar a las personas que por juzgarlas, y promovió una Iglesia “en salida”, cercana a las realidades humanas.
Entre sus reformas más significativas destaca la reestructuración de la Curia Romana, con la creación del Consejo de Cardenales (C9), y la promulgación de una nueva constitución apostólica, Praedicate Evangelium, que reorganizó los dicasterios vaticanos. También fue firme en su impulso por la transparencia financiera y el control del IOR, el banco vaticano.
En el frente de los abusos sexuales dentro de la Iglesia, Francisco enfrentó una de las mayores crisis de credibilidad del catolicismo. Finalmente implementó medidas como el levantamiento del secreto pontificio en procesos de abuso y la creación de estructuras para la rendición de cuentas de obispos y superiores religiosos.
Papa Francisco, cercano a los colectivos marginados
Una de las notas más distintivas del pontificado de Francisco fue su insistencia en la misericordia y la inclusión. Su célebre frase “¿Quién soy yo para juzgar?”, en referencia a las personas homosexuales, simbolizó un nuevo tono en la relación de la Iglesia con los grupos históricamente marginados. Promovió la acogida pastoral de divorciados vueltos a casar, impulsó el papel de la mujer en la vida eclesial y mostró apertura hacia los fieles LGBTQ+, aunque sin modificar la doctrina.
Francisco fue también un Papa profundamente profético y comprometido socialmente. Se enfrentó al capitalismo salvaje, defendió la justicia social y denunció repetidamente la cultura del descarte. En documentos clave como Evangelii Gaudium (2013), Laudato si’ (2015) y Fratelli tutti (2020), articuló una visión de Iglesia comprometida con la paz, la ecología integral y la fraternidad universal.
Un líder global y puente entre religiones
Francisco entendió su rol como líder moral global. Se convirtió en una figura influyente en los grandes debates internacionales, participando activamente en la promoción de la paz, la mediación diplomática y el diálogo entre religiones.
Uno de sus momentos más emblemáticos fue la firma del Documento sobre la Fraternidad Humana en Abu Dabi en 2019, junto al Gran Imán de Al-Azhar, Ahmed el-Tayeb, donde abogaron por la convivencia, la tolerancia y la defensa conjunta de los derechos humanos.
Un legado que trasciende generaciones
Durante su pontificado, Francisco canonizó a más de 800 santos, entre ellos figuras como Óscar Romero y Charles de Foucauld, y beatificó a cientos de mártires. Publicó también una autobiografía titulada Esperanza, poco antes de su muerte, donde reflexionaba sobre su papado y su deseo de una Iglesia más abierta, fraterna y evangélica.
Su estilo sencillo, su forma directa de comunicar, su cercanía con los fieles y su compromiso con los más pobrestransformaron el rostro del papado. Con él, muchos volvieron a mirar a la Iglesia con esperanza, incluso desde fuera de sus fronteras religiosas.
El futuro de la Iglesia tras el papa Francisco
Con su fallecimiento, se abre ahora el período de Sede Vacante, durante el cual el Colegio de Cardenales se reunirá en Cónclave para elegir a su sucesor. El próximo Papa heredará una Iglesia más descentralizada, más comprometida con los desafíos contemporáneos y con una expectativa creciente de apertura y renovación.
La figura de Francisco quedará grabada como la de un líder espiritual que supo conjugar fe y compromiso social, doctrina y compasión, tradición y cambio. Su huella en la historia del cristianismo y del mundo es ya imborrable.