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Fidel Castro

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Fidel siempre se ha considerado inmortal, algo que, seguramente, han pensado también la decena de presidentes de los Estados Unidos a los que ha sobrevivido después de los cientos de intentos de callarlo a plomo, algo que se conseguiría -callarlo, no matarlo- si se quedara sordo, ya que perdería con ello la voluptuosidad onanística de oírse durante horas.

Carlos Franqui, ex revolucionario exiliado, recuerda en su libro Cuba, la revolución: ¿mito o realidad?, la evolución de un Castro individualista en la que lo importante era hacer algo con su yo desbordante, con su ego incandescente, y con independencia de que fuera por un camino u otro. Así, fue católico, conservador, demócrata, humanista revolucionario, nacionalista radical y marxista-leninista. Fidel es su propia ideología aunque se haya bautizado como democracia directa (sic) o revolución espontánea, en un país donde ni los polvos que echan los extranjeros son espontáneos y sirven, cuando son famosillos en su país de origen, para el chantaje de dar buena publicidad a la isla y al régimen.

La cultura siempre ha sido perseguida, porque la cultura es siempre pluralidad y la pluralidad es tener siempre un sector en contra. Franqui, que Fidel pretendía hacer ministro de Trabajo y Hacienda al comienzo de la aventura, deseaba una revolución intelectual y cultural libre, a lo que el dictador contestó: "eso sí que no", consciente de la amenaza que suponía. Algo parecido al "viva la muerte, muera la inteligencia" que gritó el mutilado de Millán Astray en Salamanca como contestación a un Unamuno al que apuntaron los subordinados del tuerto para llevarlo a la práctica, frenándolo, a saber la razón, aquel bicho retorcido que era la "Collares".

Bush dice "tener planes para ayudar a entender a los cubanos que hay un sistema mejor"; lo que no sabemos es porqué no los aplica en su país, que no deja de ser una dictadura con velos que nos afecta a todos. La hipocresía le alcanza para afirmar: "Nadie sabe cuándo Castro se (mor)irá. A mi juicio, eso es tarea de Todopoderoso"; que debe de ser uno al que llaman así y trabaja en el Pentágono.

Cuba debe evitar, además del colonialismo más o menos sibilino, la revancha del frente de Miami con sus gorras de los yankees, sus chancletas y cadenas de oro, como también a todos aquellos del régimen que serían más cabestros que el propio Fidel, que nadie lo dude, pues lo que les falta de carisma lo deben de suplir con caña. Y que no digan, que ya lo advirtió Fidel en el 59 cuando de suave explicaba que "detrás de mí hay otros más radicales que yo".

A Raúl Castro no lo pueden ni ver. Ni siquiera el tronado de Chávez, que negocia lo cubano con Carlos Laje.

Por último, destacaría, aunque no porque me sorprenda, el comentario de Cesar Vidal cuando nos explica que el paso delicado va a ser cuando Fidel no esté, ya que "casi nadie cree que Raúl llegue a la altura moral de Pinochet". ¡Toma del frasco, Carrasco!

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