El ministro de Economía, Comercio y Empresa, Carlos Cuerpo, inicia esta semana una visita oficial a Washington con un objetivo que va más allá de las reuniones técnicas y los encuentros institucionales: calmar el creciente malestar en la administración Trump tras la visita de Pedro Sánchez a China.
La elección de Cuerpo como emisario no es casual. Se trata de una figura técnica, con perfil bajo en lo político, pero con la suficiente relevancia como para ser interlocutor válido ante el secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, y ante el mundo empresarial norteamericano.
Su visita, aunque planificada con antelación, se ha convertido en una operación diplomática diseñada para reconducir el tono con la Casa Blanca, después de que desde Washington se expresara malestar por el acercamiento estratégico entre Madrid y Pekín.
La reciente gira de Sánchez por Asia, que incluyó reuniones con el presidente chino, Xi Jinping, y acuerdos económicos de colaboración, ha sido leída en ciertos círculos de poder en EE.UU. como un movimiento fuera de línea respecto al bloque occidental. Más aún, en plena guerra comercial entre Washington y Bruselas, con aranceles cruzados y una moratoria en negociación, el gesto del presidente español fue visto como una señal ambigua, si no desafiante.
Consciente de esa percepción, el Gobierno ha optado por contrapesar el gesto con una ofensiva diplomática dirigida a su principal socio transatlántico. La reunión entre Cuerpo y Bessent busca enviar un mensaje claro: España sigue apostando por mantener unas relaciones fuertes con EE.UU., tanto en lo económico como en lo político, pese a los necesarios equilibrios que impone la política exterior multilateral.
Además del encuentro con Bessent, el ministro español se reunirá con Ajay Banga, presidente del Banco Mundial, y con líderes empresariales en la Cámara de Comercio estadounidense.
Estos encuentros tienen como objetivo fomentar la inversión norteamericana en España, pero también evidenciar una voluntad firme de sintonía con el aparato económico de EE.UU. En otras palabras, se trata de tranquilizar a Trump y reforzar el mensaje de que España sigue siendo un aliado fiable dentro de la OTAN, de la UE y del mundo occidental.
La elección de Bessent como interlocutor tampoco es menor. El actual secretario del Tesoro ha mostrado públicamente una línea dura en materia comercial con Europa, y ha criticado con vehemencia cualquier coqueteo con potencias como China.
Recientemente realizó unas declaraciones donde afirmaba que el acercamiento de España y la Unión Europea a China era cl «cortarse el cuello».
Su sintonía con Trump es estrecha, y lograr una foto con él representa para España un punto importante .
En paralelo, la Comisión Europea también intenta templar las aguas. El comisario de Comercio, Maroš Šefčovič, ha mantenido encuentros con su homólogo estadounidense para extender la moratoria de 90 días sobre los aranceles mutuos.
España, como estado miembro, tiene limitada capacidad de acción en políticas aduaneras, pero su apuesta por una diplomacia económica activa permite reforzar el papel comunitario desde una posición de influencia.
Este movimiento también se enmarca en una estrategia mayor de Pedro Sánchez para mantener una relación fluida con Donald Trump, a pesar de las diferencias ideológicas evidentes entre ambos. Desde que el magnate republicano ganó nuevamente la Casa Blanca, el presidente español ha mantenido una postura institucional, evitando fricciones y priorizando los canales diplomáticos. La llamada telefónica tras la victoria electoral de Trump, en la que ambos líderes expresaron su intención de reforzar la relación bilateral, fue una señal en esa dirección.
En el trasfondo, España busca proteger su posición en un tablero internacional cada vez más volátil. Con la economía global tensionada por conflictos geopolíticos, y con la UE aún sin una voz única clara frente a Washington y Pekín, mantener un equilibrio activo entre las dos potencias se ha convertido en una necesidad estratégica. La visita de Cuerpo a Washington no solo busca apaciguar tensiones coyunturales, sino proyectar una imagen de responsabilidad, apertura y compromiso con el orden internacional, a pesar del claro distanciamiento entre Sánchez y Trump.
Si bien no se esperan anuncios concretos ni grandes acuerdos tras esta visita, el verdadero objetivo es político: encauzar una relación que se había enturbiado y enviar señales de estabilidad a uno de los socios comerciales más importantes para España.
En un contexto global en el que los gestos diplomáticos pesan tanto como los tratados formales, la presencia del ministro español en Washington puede leerse como un guiño a Trump… y una rectificación velada por parte de España.