La transición energética en España está transformando radicalmente el territorio, especialmente en la llamada España vaciada. Zonas rurales con baja densidad de población están viendo cómo se instalan macroparques solares y eólicos en sus tierras.
Pero surge una pregunta fundamental: ¿las energías renovables crean empleo real y sostenible en estas comarcas rurales frente al modelo de la energía nuclear? Y más allá del empleo: ¿qué impacto tienen sobre la agricultura local y el uso tradicional del suelo?
Energías renovables: promesa de futuro con efectos secundarios
Las energías renovables, como la solar fotovoltaica y la eólica terrestre, son la punta de lanza del nuevo modelo energético y ahora en el punto de mira tras el apagón del día 28 de abril que paralizó el país. Según el Ministerio para la Transición Ecológica, este sector ya genera más de 100.000 empleos en España. Sin embargo, la gran mayoría de esos empleos son temporales y vinculados a la construcción, con muy poco impacto duradero en las economías locales.
Un parque solar de 50 MW, por ejemplo, puede generar cientos de empleos durante su instalación, pero después solo mantiene entre 3 y 5 trabajadores fijos. Lo mismo ocurre con muchos parques eólicos. Esta dinámica ha generado frustración en muchos pueblos: ven pasar las máquinas, pero no se quedan los empleos.
Una de las críticas más graves al modelo actual de desarrollo renovable es que se está imponiendo sobre suelo agrícola fértil, desplazando cultivos tradicionales y afectando la soberanía alimentaria local.
Entre los cultivos más afectados por los parques solares y eólicos en la España vaciada destacan:
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Viñedos y olivares: zonas como La Mancha, Extremadura y Castilla y León están perdiendo parcelas de viñas y olivares centenarios para la instalación de paneles solares.
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Cereal de secano: en provincias como Soria, Palencia y Teruel, el suelo cultivable para trigo, cebada o avena está siendo alquilado o vendido a promotoras energéticas.
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Almendros y frutales: el impulso de proyectos en Murcia, Almería o el interior de Valencia está desplazando cultivos que requerían más cuidado, pero generaban más empleo agrícola.
El problema se agrava porque muchos de estos terrenos eran gestionados por cooperativas o pequeños agricultores, que ahora se ven tentados a alquilar sus tierras a precios bajos, pero con contratos largos (20-30 años) que les dejan fuera del mercado agrario. Esto tiene consecuencias sociales: menos actividad agrícola, menos empleo local y más abandono rural.
La energía nuclear: empleo estable y sueldos altos
Frente al modelo renovable actual, la energía nuclear ha sido tradicionalmente una fuente de empleo cualificado, estable y bien remunerado en el medio rural. Zonas como Trillo (Guadalajara), Ascó (Tarragona) o Almaraz (Cáceres) han albergado durante décadas centrales nucleares que ofrecen entre 300 y 800 empleos directos, más otros tantos indirectos en servicios, mantenimiento, transporte y hostelería.
A diferencia de las renovables, la energía nuclear no ocupa grandes extensiones de suelo agrícola y, al concentrarse en un único punto, preserva el uso tradicional del territorio a su alrededor y ademas genera un empleo de calidad con sueldos medios por encima de los 3.000 euros mensuales.
Un dilema rural: energía o agricultura
La expansión renovable en la España vaciada plantea un dilema: ¿es compatible con la agricultura? Por ahora, muchos promotores optan por instalar placas y aerogeneradores en terrenos fértiles, bien conectados y baratos, lo cual choca con el interés agrario. Los planes de algunas comunidades autónomas para limitar estos impactos aún no son vinculantes ni lo suficientemente estrictos.
Además, los parques fotovoltaicos no tributan directamente en los municipios donde se instalan si las empresas promotoras tienen su sede fiscal en otras provincias, lo que reduce los beneficios reales para la población local.
Hacia un modelo más justo: comunidades energéticas y agrovoltaica
La solución no está en renunciar a las renovables, sino en repensar su implantación. Existen iniciativas pioneras en agrovoltaica, que combinan producción agrícola y generación solar en el mismo espacio, con estructuras elevadas que permiten el cultivo bajo los paneles.
También crecen las comunidades energéticas rurales, donde vecinos, cooperativas y ayuntamientos son propietarios de las instalaciones. En casos como Luco de Jiloca (Teruel) o Lastras del Pozo (Segovia), se están generando empleos locales y energía más barata para los residentes.
Energías renovables sí, pero no a cualquier precio
El actual modelo de desarrollo renovable en la España vaciada necesita una corrección urgente. Aunque las energías renovables crean empleo, este es temporal, escaso y muchas veces desvinculado del territorio. Además, su expansión sin planificación está destruyendo cultivos tradicionales, lo que reduce aún más la economía rural.
En cambio, la energía nuclear, denostada por el Gobierno de Pedro Sánchez, ha demostrado ofrecer empleo de calidad, duradero y compatible con el uso agrícola. El verdadero reto es diseñar un modelo de transición energética que no repita los errores del pasado: que no sacrifique los pueblos para alimentar las ciudades y asienta población en la España vaciada.
