España se encuentra en año electoral y, considerando las deplorables circunstancias por las que está pasando, uno no puede menos que preguntarse qué motiva a los españoles a votar por una u otra de las distintas alternativas que se les presentan.
En España y en otras pseudodemocracias, los políticos han logrado birlar a los ciudadanos su más valiosa propiedad: la soberanía.
Considerando el espurio sistema electoral que los políticos han diseñado como único medio para que los ciudadanos hagan efectivo su derecho soberano, los votantes sólo pueden elegir entre las diferentes listas que cada partido político presenta con sus candidatos. Es decir que, en lugar de votar por un candidato preferido o deseable, se ven forzados a votar por uno u otro partido.
Un sistema similar existió en los EEUU hasta 1904, cuando tuvo lugar en California lo que se denominó “la revolución de la boleta larga”. A raíz de la misma se eliminaron las listas de candidatos y se impuso en todo el país la elección por distritos, donde cada distrito elige a su representante.
Si el Parlamento tiene 500 bancas la nación se divide en 500 distritos. Si el Ayuntamiento tiene 50 concejales, el territorio se divide en 50 zonas o barrios y cada uno elige a su concejal.
El sistema no impide que cada partido postule un candidato por distrito, pero evita la manipulación partidista y lo más importante, permite que se presenten candidatos independientes que responderán a sus votantes en lugar de obedecer ciegamente al cacique de su partido.
Es el único sistema que asegura que los candidatos representen a los votantes y sean razonablemente idóneos. El defecto que se introdujo en el sistema norteamericano fue que se permitió la financiación privada de los candidatos, convirtiéndolos en funcionarios venales.
La financiación privada debe estar tajantemente prohibida. El Estado debe proveer los medios necesarios a los candidatos registrados.
Pocos son quienes consideran que los únicos votantes en el sistema de listas, son quienes dentro de las camarillas de los partidos han confeccionado las mismas. Naturalmente, en casi todos los casos encabezan las listas con alguien conocido e incluso popular para que de tal manera su atractivo arrastre al resto de los candidatos.
En general, los políticos confían en que los votantes se comporten como “hinchas” de un equipo de futbol y voten por su partido sin siquiera estudiar la lista.
Evidentemente no tienen una concepción muy elevada del votante medio al que ellos consideran auténticos zopencos, pero muy útiles para los políticos que como buenos titiriteros han sabido lavarles la cabeza y hacerlos bailar a su son, olvidándose de que el pueblo español sigue siendo el mismo del 2 de mayo y que, provocado, sabe reaccionar.
Hay que reconocer que las alternativas que se presentan ante los votantes españoles son muy pocas, a pesar de existir dos partidos mayoritarios, otros que les siguen en tamaño y varios pequeños.
También es de destacar el hecho que al utilizar el sistema D´Hont para el recuento de votos se otorgan un numero desproporcionado de bancas a grupos minoritarios como Bildu, los vascos y los catalanes.
Los votantes nunca deberían tomar en cuenta las demagógicas y falsas declaraciones de los políticos que carecen de valor alguno, sino los hechos de los diferentes gobiernos “democráticos” que han tenido lugar a partir de la Transición, y que ocuparon La Moncloa, incluso formando cuestionables alianzas al igual que el actual gobierno.
Cuando fallece el General Francisco Franco Bahamonde, España se encontraba clasificada como la 10ª potencia económica mundial. El índice de desempleo era de 3,5%, el tamaño del Gobierno era de 700.000 funcionarios y España era mencionada como “el milagro español” referente a su recuperación luego de la devastadora Guerra Civil.
Los políticos que manipulan la Transición redactan una conveniente Constitución e imponen un espurio sistema electoral. En 1982, bajo el Gobierno del PSOE con Felipe González, se eliminan 3.000.000 de puestos de trabajo alcanzando España un 27% de desempleo, el mayor de Europa. La industria pesada del INI es desmantelada o mal vendida.
Se inicia la marea de inmigrantes africanos que no son precisamente el tipo que los pueblos europeos seleccionarían para radicarse en sus naciones y, los políticos, sin consulta popular alguna, practican la política de puertas abiertas que dura décadas.
Además, se aprueba la retrógrada ley laboral socialista del siglo XIX que presume “proteger” el puesto de trabajo y sólo logra limitar la creación de puestos de trabajo y bajar el nivel salarial. Se convierte a los sindicatos en órganos controlados por el PSOE que los financia.
Los tribunales laborales son impelidos a fallar a favor del trabajador con razón o sin ella y se incrementan los impuestos de forma radical. Estas medidas convierten el desempleo en crónico. Se fomenta el separatismo, incluso financiando la enseñanza de los dialectos locales y se favorece el surgimiento de movimientos separatistas en todas las regiones.
También el PSOE se apodera de los medios de comunicación eliminando la libertad de expresión. Como detalle vale mencionar que, para lograr la mayoría necesaria, el Sr. González cierra una alianza con los separatistas catalanes salvando al Sr. Jordi Pujol de la cárcel adonde estaba destinado por fraude bancario.
Luego de dos períodos de Gobierno, se hace cargo del gobierno el Partido Popular con el Sr. Aznar que también se asocia con los catalanes para lograr mayoría, en lugar de llamar a una segunda vuelta. Aznar realiza un gobierno discreto (“España va bien”) pero no toma medida alguna para desmantelar las negativas decisiones tomadas por su antecesor.
España sigue con su piedra al cuello sufriendo un fuerte desempleo e inundándose de inmigrantes ilegales. Bastaba eliminar las medidas gubernamentales que lo provocaban para solucionarlo y devolver las pateras a la costa africana, pero ni lo uno ni lo otro se hace.
Como en el Gobierno de Aznar, no se pusieron en práctica medidas destructivas al estilo PSOE, se daba por hecho que en las elecciones siguientes el PP volvería a ganar.
Entonces se produce, dos días previos a las elecciones presidenciales, el mayor atentado terrorista sufrido por España: las bombas en los trenes de Atocha donde mueren 200 personas y hay mil heridos. Aunque ninguna organización se atribuye el atentado, debido a un curiosamente “olvidado” Corán encontrado en una camioneta se atribuye el acto a los fundamentalistas.
La gente del PP, cogida por sorpresa, asume que es ETA la organización responsable y no sabe reaccionar.
El PSOE, repitiendo la maniobra que habían puesto en práctica con éxito en las elecciones de 1930, tenía preparada una multitudinaria manifestación con gente vociferando que la culpa del atentado es del PP por haber mandado un contingente de soldados como fuerza de paz a Irak (junto con una veintena de países) y que el atentado es un acto de represalia.
Con los medios apoyando al PSOE, se logra el objetivo de toda la maniobra, que no era otro que alterar el resultado de las elecciones.
Así asciende a La Moncloa Rodríguez Zapatero, del PSOE, que lleva a cabo el Gobierno más mediocre del período, en el que lo único destacable fue la dolosa “investigación” del atentado de Atocha y su decreto de “la memoria histórica” que pretende, 70 años después, invertir la historia de la Guerra Civil.
El tamaño del Gobierno se ha incrementado cinco veces con 2.500.000 de “enchufados” y la legislación se ha multiplicado incluyendo decretos que ultrajan la tradicional imagen de la familia. En la usual alternancia de partidos, a Zapatero le sigue Mariano Rajoy del PP.
Otra vez se nota la omisión de no alterar las medidas negativas del PSOE, el desempleo sigue rampante, aunque índices oficiales muy cuestionables indican que el porcentaje ha sido reducido.
Rajoy dirige un gobierno con mano débil y en 2018 tras una moción de censura es depuesto y vuelve el PSOE con Pedro Sánchez a asumir el Gobierno en alianza con grupos representantes de los peores enemigos de España: Bildu (ETA), Podemos (neocomunistas) y los separatistas vascos y catalanes.
Se aprueban decretos absurdos y destructivos para la nación, como la ley del ‘Solo sí es sí’ y la Memoria Democrática, bajo la cual se aprueba la destrucción del Valle de los Caídos. Sin consulta alguna con los ciudadanos, España aprueba la resolución 2030 de las NU y la Ideología de género que incluso se quiere inculcar a los niños.
Con la inflación se produce un gran incremento del coste de la canasta familiar, los impuestos vuelven a incrementarse y el gobierno distribuye el dinero de los contribuyentes entre chiringuitos, ministerios sin sentido como el de Igualdad, subsidios para comprar votos y otras actividades afines. A estas alturas España ha descendido del puesto 10 al 36 como potencia económica mundial.
Parece que la destrucción de España se encuentra en su última etapa y que sus enemigos finalmente lograrán acabar con esta gran y otrora gloriosa nación.
A estas alturas, tal vez los votantes deberían aceptar el hecho de que ya no vale la pena luchar por España y se unan al carro del vencedor, votando todos otra vez por el PSOE para que pueda poner el broche final a su obra, cumpliendo con su mandato y concluyendo con la agonía de España.
La alternativa es seguir el ejemplo de los tercios que, cuando la batalla parecía perdida, sacaban fuerzas de sus corazones y coraje de sus almas batalladoras para derrotar y aplastar a sus enemigos, imponiendo sus valores para evitar la repetición de los hechos.
Es obvio que con la falsa democracia imperante, España, la nación con los más contundentes antecedentes democráticos, donde los ciudadanos juzgaban la gestión de sus virreyes, ha perdido su dignidad y orgullo.
