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El paso de Filomena

Por Mariano Fuentes Sedano

La borrasca Filomena nos dejó una ciudad colapsada, sumida en el caos y declarada, ya formalmente, zona catastrófica. Pese a los avisos de los meteorólogos, Filomena fue mucho mayor de lo esperado. Amanecimos, ese sábado 9 de enero, con 1,25 millones de kilos de nieve en Madrid que fue cayendo, de manera ininterrumpida, a lo largo de 30 horas. Registramos 50,5 litros por metro cuadrado de precipitación y comprobamos cómo se acumulaban entre 40 y 60 centímetros de nieve en toda la ciudad. Por si fuera poco, a la borrasca le sucedió una tremenda ola de frío que hizo del martes 12 de enero la jornada más fría en Madrid en cuatro décadas y que terminó por convertir la nieve en hielo.

Cuando todavía no estábamos del todo repuestos, una explosión de gas hizo volar por los aires un edificio en la calle Toledo. Fue un milagro que el patio del colegio donde cayeron los escombros estuviera vacío, pero aún así tenemos que lamentar cuatro fallecidos.

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Enero ha empezado convulso en la capital. Pero la nieve, como la pandemia, nos vuelve a recordar que Madrid siempre se repone. Ante cada adversidad, la sociedad madrileña siempre da un ejemplo de cómo salir adelante, demostrando por qué esta ciudad está destinada al éxito: nuestra capacidad de adaptación es ejemplar, heredera de una mentalidad abierta y mestiza que recoge las historias de millones de personas que llegaron de cualquier otro lugar buscando un futuro mejor, sin exigir nada y sin pedir nada a nadie.

Pero la nieve nos enseña, también, la importancia de la prevención, de los planes de contingencia y de los servicios de emergencias. De evaluar el funcionamiento de los protocolos para entenderlos y mejorarlos. En Desarrollo Urbano lo comprobamos desde el primer día, cuando supimos que Filomena había dejado daños en varios edificios municipales, incluyendo Centros Deportivos Municipales, Instalaciones Deportivas Básicas o el Centro Cultural de la Villa, donde se ha hundido el lucernario. Hundió también cubiertas de naves industriales o la mítica ‘nevera’, el pabellón en el Ramiro de Maeztu.

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Sin embargo, lo que más nos preocupó fue el aumento exponencial de los daños detectados en muchos de los colegios de Madrid a lo largo de esa semana. La seguridad de nuestros hijos estaba en juego y la Comunidad de Madrid había fijado la apertura de los centros el miércoles 20. Decidimos actuar y, bajo el liderazgo de Vicealcaldía, revisamos en tiempo récord, durante el fin de semana del 15 de enero, cada uno de los 321 colegios de educación infantil y primaria, incluyendo las 68 escuelas infantiles, sobre los que tenemos competencia. El trabajo consistió en la retirada de nieve de todos los accesos y, parcialmente, de los patios de las instalaciones educativas municipales adscritas a los distritos.

Garantizar la seguridad de los niños era absolutamente prioritario para nosotros, pero las innumerables muestras de solidaridad entre los madrileños hicieron que nunca no sintiéramos solos. Vaya desde aquí mi agradecimiento a los madrileños, en primer lugar, y también mis disculpas por todos los inconvenientes ocasionados durante una borrasca que desbordó todas nuestras previsiones y capacidades y que vino a golpear de nuevo a esta ciudad tan duramente afectada por la pandemia.

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Mariano Fuentes Sedano es Delegado del Área de Gobierno de Desarrollo Urbano y concejal de Ciudadanos.

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