Uno de los mayores abusos que, hoy en día padecemos es, precisamente, el de los alquileres y sus precios. Y además, con el régimen de desalojos forzosos que en las dos últimas décadas se ha impuesto. Hay que volver a considerar y tratar las viviendas en función, prioritariamente, de las necesidades de quienes las ocupan. Y en cuanto a lo que aporten los propietarios particulares a las necesidades de vivienda, deberá servir para satisfacer tal clase de necesidades de forma estable y asequible. Esa ha de ser, hasta donde llegue, la aportación de los particulares. Y lo demás deberá resolverse por las empresas promotoras inmobiliarias, por las Administraciones Públicas y, sobre todo, facilitando que quienes no son dueños de ninguna vivienda puedan adquirir , al menos, una.