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Damasco

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Visitar Damasco es una de las experiencias más universales que puede experimentar un viajero. Se trata de una capital determinante en el mundo árabe y en el ámbito mediterráneo. Si hemos de dar crédito a su leyenda, Damasco pasa por ser “la ciudad más antigua del planeta todavía en actividad”. Pero no quiero confundir al lector. La capital de Siria, así como el resto del país, es una apasionada y celosa conservadora de su irrepetible historia. Más no renuncia a convivir con el modernismo. Más allá del centro, también existe otra gran urbe, moderna y dinámica. Pero empecemos por el principio…

Cuna y memoria de civilizaciones
Damasco surge en medio de una vega que se nutre del caudal del río Barada. Aguas modestas, pero suficientes para fertilizar un verdadero oasis, cantado por los poetas en todas las lenguas, y cuyo verdor contrasta con la amarillenta aridez de los cerros circundantes. Su centro histórico -rodeado aún por una muralla- contiene ocho puertas de distintas épocas. Rebosante de monumentos, sobresalen de él la cúpula y los tres alminares de la Gran Mezquita de los Omeya. Introducirse en ella y contemplar la actitud extremadamente devota de los fieles puede estremecer de emoción o contrariar los criterios más racionalistas. Pero, en cualquier caso, no dejan indiferente a ningún extranjero.

A escasa distancia de la Gran Mezquita, se encuentran el templo romano dedicado a Júpiter, el Palacio Hazme, y los Baños de Nuraldin. Y, en la parte oriental de la ciudad, proliferan los museos y las iglesias vinculadas a la vida de San Pablo, signos de la expansión del cristianismo. Al oeste de la ciudad destaca la hermosa ciudadela. Pero, por cualquier parte de la antigua Damasco que pasee el viajero, hallará mezquitas. Y no podrá resistir la tentación de sucumbir a las múltiples ofertas artesanales de sus pintorescos zocos: brocados, túnicas, sedas, nácar, objetos de plata, etc. Ni tampoco dejar de experimentar el tradicional baño de vapor, que abundan por todos los barrios de la Damasco antigua, así como las viviendas de arquitectura tradicional, posadas caravaneras, cafetines o escuelas coránicas. La ciudad siempre dio cobijo a relevantes personalidades de la filosofía, las ciencias y las artes; para muestra basta citar a Apolodoro, arquitecto de reconocido prestigio por el embellecimiento de la Roma imperial.

La otra cara de Damasco y sus alrededores
Damasco es también una urbe dinámica. Grandes avenidas conducen a los distintos barrios residenciales donde se ubican embajadas, bancos, instituciones, administrativas o culturales. Como la Biblioteca Al-Ásad o el Nuevo Teatro Nacional. U hoteles tan confortables como la cadena Cham Palace. Son modernas edificaciones, sintomáticas de que la agricultura, el comercio y la industria presentan evidencias de su gran desarrollo. Pero Damasco no termina ahí…

En torno a la capital de Siria son numerosos los lugares que ofrecen interés para el visitante. Bien sea por sus monumentos, por su naturaleza, o por  su exquisita gastronomía. Sáyyida Sáinab, por ejemplo, en la parte oriental de la vega, ha generado un auténtico centro de peregrinación alrededor de su nueva mezquita de azulejos turquesa. Zabadani, Blu-dán, o Aín al-Fiche, entre otros muchos, son interesantes puntos de esparcimiento para los capitalinos y turistas, en los que se puede disfrutar de la buena mesa en sus merenderos.

Siria empieza por Damasco, pero su riqueza monumental e histórica continúa por célebres ciudades como Alepo, Palmira o Bosra, entre otras muchas. Son referencias ineludibles que merecen capítulo aparte. Bienvenido, pues, a la cuna de la civilización.

Más información: Embajada de Siria.- Tel. 91.4201602;
Ministerio de Turismo en Damasco
(www.syriatourism.org.). www.franciscogavilan.net     

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