Cada día se colocan platos, vasos, cubiertos y bandejas para el pan. Los voluntarios dejan todo perfectamente preparado, ya sólo hace falta que los comensales de este banquete aparezcan por la puerta. Pedro, un habitual de 22 años, se dispone a hacer su comida principal del día. Ante él aperitivos salados de la pastelería Mallorca, productos del Banco de Alimentos de Mercamadrid, ropa de la Cruz Roja y, sobre todo, platos cocinados por los propios voluntarios en sus casas.
Todos estos datos nos llevan a un único espacio, el comedor social de la Orden de Malta. Situado en pleno barrio de San Blas, atiende desde hace ya seis años a más de cien personas cada día, todos de diferentes países y con diferentes problemas pero a todos ellos les une la necesidad de comer algo caliente aunque sea una vez al día.
Los voluntarios son la base de este comedor, su objetivo es crear un ambiente familiar y con el tiempo encontrar un local mayor y ayudar a más gente.
