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Amaya Valdemoro; un activo de Alcobendas

Cuentan los escritos que Gayo Apuleyo Diocles, natural de Lusitania, fue el más notable conductor de auriga de la Antigüedad. Verdadero ídolo en su tiempo, se estima que ganó la increíble suma de 35 millones de sextercios (se calcula que al cambio actual serian más 1.000 millones de dólares). “Héroe de las muchedumbres más apasionadas”, se le denominaba en las crónicas de la época. Como se puede ver, los ídolos deportivos no son una creación de nuestro tiempo. Y es que está claro que no hay otra disciplina que tenga el poder de unir a grandes masas (incluso países) como tiene el deporte, lo que implica que la influencia de los grandes deportistas en la sociedad sea brutal. Para bien y para mal. De ahí que la responsabilidad de los deportistas, verdaderos referentes sociales (y no solo para los niños), es tremenda. Los Alonso, Messi o Nadal son las caras más visibles del espectáculo, pero el deporte no solo son ellos, sino también, y fundamentalmente, la multitud de niños que les toman como espejo de sus ilusiones. Y como ejemplo a seguir en Madrid, y más concretamente en Alcobendas, tenemos un deportista (más concretamente una deportista) de un valor único, sobre todo por lo que significado para miles de niñas. Y esa no es otra que Amaya Valdemoro.

Amaya ha sido la atleta que más veces ha representado a España en cualquier categoría y deporte. Ha cosechado éxitos internacionales en España, USA, Rusia, Turquía y Brasil. Ha sido reconocida internacionalmente como una de las mejores baloncestistas del mundo, logrando multitud de galardones tanto a nivel colectivo como individual. Pero eso, con toda la importancia que tiene, no es todo, ni muchísimo menos. Ni siquiera lo más importante. Lo más valioso de Amaya Valdemoro es ella misma, su calidad humana y su forma de encarar el deporte, y por tanto la vida. Porque el deporte es una simulación de la vida a pequeña escala, con valores similares a los del día a día. Y en ese aspecto Amaya también ha sido imbatible. Afán de superación, amor al trabajo bien hecho e implicación con los colores de sus clubes, y sobre todo de su país. Un verdadero ejemplo para las miles de niñas que sueñan con asaltar el cielo, como lo asaltó Amaya con sus escasos 14 años cuando sola se fue a Salamanca a vivir su primer sueño de basket como deporte profesional. O cuando ya con 35 años y en el otoño de su carrera se partió las dos muñecas y a base de fuerza, tesón y sacrificio se recuperó para ser campeona de Europa con España. Amaya enseñó a sufrir y a trabajar, y en un mundo tan machista como es el deporte profesional español mostró a las niñas españolas que con trabajo y ambición pueden llegar a donde se propongan. Derribo puertas y tabúes a base de coraje y talento.

Actualmente Amaya Valdemoro reside en la ciudad que la vio nacer, Alcobendas. Es un activo irrepetible que no se puede desperdiciar. Hay que aprovechar su carácter ganador, sus vivencias y su amor al deporte para formar a los más pequeños en la ética del trabajo y el esfuerzo, cualidades tan abandonadas como necesarias. Por ello desde aquí hacemos un llamamiento al Ayuntamiento de Alcobendas para que aproveche esta oportunidad única de que dispone, colaborando con Amaya en una escuela de formación de jóvenes donde dar continuidad a su trabajo, y no necesite irse hasta Murcia para montar su campus veraniego de formación, como sucedió en el 2016. Porque deportistas hay muchos, pero Amayas Valdemoros, solo una. Como el mítico Gayo Apuleyo.

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