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Intolerancia y ataques homófobos

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La archipublicitada campaña de Hazte Oír sobre la transexualidad infantil ha vuelto a abrir el complejo debate sobre los límites de la libertad de expresión y los delitos de odio. Tras la polémica generada, un juez paralizó el primer lema del autobús porque se dirige “a personas con una orientación distinta, negándosela y lesionando de esta manera su dignidad». Y aunque ve un menosprecio, no cree que fomente el ocio contra ese colectivo, algo que tendrá que determinar la Justicia con más calma. Mientras tanto, han fletado ahora una autocaravana poniendo entre interrogantes su lema para seguir saliendo en la tele, que era su objetivo, harto cumplido.

La reacción de grupos ultraconservadores, en forma de provocadoras campañas o contracampañas, se debe a la apertura en la sociedad de nuevos debates, como la transexualidad infantil o los vientres de gestación, por ejemplo, y a una mayor visibilidad de las diferentes condiciones e identidades sexuales, hasta hace pocos años ocultas ante el miedo al rechazo. Estos ‘rebotes’ reflejan una pérdida de presencia y posicionamiento de una superestructura ideológica hasta hace poco dominante ante los avances en diversidad y tolerancia de las sociedades democráticas. Y aunque los primeros se quejen de que ahora son víctimas del poder de nueva superestructura, que por ejemplo llaman “Inquisición Gay”, las cifras reflejan todo lo contrario.

Hace unos días, el Observatorio Madrileño contra la LGTBfobia publicó su informe de 2016, que revela un aumento de la violencia homófoba. La percepción es real, no es fruto de que ahora se denuncie más, aseguran. Mientras todavía no se conoce ninguna agresión a alguien por ser heterosexual, el año pasado en la región hubo 240 incidentes homófobos y 316 víctimas. Al recurrente grito de “maricón”, se registraron 59 agresiones físicas (6 muy graves), 77 verbales, 20 situaciones de acoso y una agresión sexual, entre otros episodios. Sólo 59 casos acabaron en denuncia. Unas cifras que, no obstante, sólo recogen una pequeña parte de los que realmente ocurre.

De las víctimas, el 71% fueron gais, el 13% lesbianas, el 12% transexuales y el 2% bisexuales. Incluso dos ‘heteros’ fueron golpeados pensando que eran gais. El 93% de los agresores fueron hombres y el 64% menores de 30 años. Un último dato que indica, como señala el coordinador de Arcópoli, Rúben López, que algo falla en el sistema educativo y en la sociedad en general para que sean los más jóvenes los más violentos contra un colectivo que conocen mucho más que sus padres o abuelos.

Otro hecho de creciente preocupación para el Observatorio es la expansión del discurso de odio por Internet y redes sociales, “alcanzando niveles de ataques coordinados, acoso, hostigamiento, amenazas de muerte y señalamiento público a diversas personas y organizaciones LGTB y activistas de derechos humanos”. El año pasado políticos como Carla Antonelly o periodistas como David Enguita sufrieron graves amenazas que denunciaron en comisaría. Es el llamado ‘ciberodio’ y no sólo afecta a la comunidad gay. Un complejo asunto del que hablaremos en otra crónica negra.

 

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