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Encubridores

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Un hecho desencadenante, un intento de agresión a otra joven en la misma zona, fue lo que hizo atar cabos a los agentes hasta detener a José Enrique Abuín, alias ‘El Chicle’, que acabó confesando el crimen. No era la primera vez que le habían interrogado en estos meses. De hecho, era el principal sospechoso, pero su mujer le había proporcionado una coartada, que la noche de la desaparición había estado con él, algo de lo que luego se desdijo.

Por tanto, el papel de encubridora consciente u obligada de la esposa, Rosario Rodríguez, ha sido fundamental para que la investigación encallara, para que aumentara el dolor de la familia Quer y, lo que es más grave, para que el homicida confeso siguiera actuando. Ya lo había hecho antes con su cuñada, con la hermana gemela de Rosario, a la que en 2005 violó, según las investigaciones policiales. ‘El Chicle’ inventó entonces una coartada con la que evitó llegar a juicio. Sin embargo, su mujer comprobó que era falsa pero, a pesar de todo, siguió con él.

El juez, con las pesquisas policiales en la mano, ha desimputado las acusaciones que en principio había formulado y ha descartado su participación como coautora, cómplice o cooperadora necesaria, ya que el posicionamiento de su móvil la sitúa en su casa en el momento del asesinato. Sin embargo, asegura que su conducta es “moralmente reprochable, habiendo entorpecido notablemente la investigación policial, dificultando el  esclarecimiento de los hechos y la identificación de su presunto autor”, para concluir que la legislación no pena el encubrimiento a un familiar.

Pero todos nos preguntamos: ¿qué hizo a Rosario Rodríguez mentir por su marido sabiendo que estaba media España buscando a Diana; o no separarse tras violar a su hermana; o aguantar su comportamiento con otros mujeres durante todos estos años? La psicología y la criminología tratan de explicar estos comportamientos que, aunque cueste creer, no son inusuales en las parejas de otros asesinos. Además del amor que puedan sentir por esa persona, se dan generalmente otra serie de sentimientos, como el de gratitud o mera supervivencia, que justifican estas actuaciones. Hay que recordar que la situación económica del matrimonio no era buena y se dedicaban a robar gasolina para subsistir.

Este encubrimiento puede obedecer al temor a posteriores represalias de la pareja, pero también a otros pretextos relacionados con una esfera afectiva, en la que uno recuerda quién te proporciona sustento, un pilar para tus hijos o en algunos casos el sentido de su vida. Anclada en ese vínculo patológico, el lado más débil de la pareja queda a merced del otro. Puede incluso que transforme ser humillada y zaherida tantas veces en algo positivo que le permite mantener a ese motor gracias al cual puede superar barreras represivas y descubrir nuevas experiencias. Habrá que esperar al juicio para saberlo.

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