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El ángel de la muerte

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Hace un mes, quizá cuando usted y yo estábamos de vacaciones, Beatriz López, de 37 años, una auxiliar de enfermería del hospital Príncipe de Asturias de Alcalá de Henares, fue detenida acusada de acabar con la vida de Consuelo, una paciente de 86 años, supuestamente inyectándole aire en las venas. Desde entonces se investigan más casos similares de hace años, cuyo recorrido policial quedó paralizado en su momento por falta de pruebas.   

Lo que está claro es que no actuó por “compasión” o con inquietudes eutanásicas para aliviar el dolor de la enferma. Consuelo iba a recibir el alta médica el día después de morir por una embolia gaseosa; la noche antes de que Beatriz entrara cuatro veces por la noche en la habitación de la anciana. Las discretas cámaras mandadas instalar por el Juzgado número 4 de Alcalá de Henares tras los extraños casos del pasado han sido determinantes para el arresto. En dichos casos bajo sospecha –uno, dos, tres o incluso más, según la fuente a la que se consulte– , los pacientes tampoco eran terminales. Entonces, ¿que llevó a una joven que llevaba 10 años trabajando en el hospital, empleo fijo, con una niña pequeña y una vida aparentemente tranquila, a este comportamiento criminal?

La clave la da la jueza que instruye el caso, que apunta en su auto de prisión que la detenida “actuó con cierto sentido de animadversión hacia el personal médico”. Es decir, que odiaba tanto a los médicos que cometió presumiblemente el asesinato por una venganza hacia ellos, con una idea retorcida de echar por tierra su trabajo. Ella negó todo ante la magistrada, esgrimiendo que sólo se dedicaba a limpiar los baños y a asear a los pacientes, sin posibilidad de inyectar nada a nadie. Su frialdad a la hora de actuar, sin ninguna empatía con las víctimas lleva a los expertos policiales a barajar que la auxiliar tiene un perfil psicopático, como publicó ABC, que señala también que Beatriz padeció una fuerte depresión.  

Este comportamiento real contrasta con el aparente, es decir, con el que mostraba de cara al exterior. Muchas compañeras de la imputada han afirmado a los medios que era extrovertida y muy trabajadora, incluso con afán de protagonismo. El trato con los pacientes era bueno, y a veces algunos le daban algún detalle al recibir el alta. Esta ‘doble personalidad’ es propia de los llamados ‘ángeles de la muerte’. Lo explican los sociólogos Gresham Sykes y David Matza en su teoría de la neutralización. Sostienen que estos criminales entienden la diferencia entre el bien y el mal y, para neutralizar sus acciones asesinas, desarrollan comportamientos que mitigan las circunstancias de sus hechos, como ser más amables y serviciales en su trabajo rutinario. Pero aún quedan muchas piezas del puzzle de un caso que los psiquiatras forenses y criminólogos deben encajar para conocer los verdaderos impulsos de esta mente criminal.

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