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Donde más te duele

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Pocos crímenes son tan horrendos e impactan tanto a la opinión pública como el de un padre o una madre que mata a sus hijos. Algo que parece a todas luces contrario a la naturaleza de cualquier especie ocurre, por desgracia, de vez en cuando. Pasó hace escasos días en el Hospital de La Paz de Madrid, donde un chileno de 27 años se arrojó junto a su bebé de un año en desde su habitación. Ambos murieron al estrellarse contra el suelo. 

Hace tres años, en el madrileño distrito de Carabanchel, otro padre degolló a su hijo de 19 meses y clavó un cuchillo en la espalda a su otro vástago porque “no quería que su madre les diera la mala vida que a él le había hecho pasar”. Luego se quiso suicidar en varias ocasiones, sin conseguirlo. Fue condenado recientemente a 31 años de cárcel. Y es que en este tipo de crímenes, también llamados infanticidios o filicidios, el suicidio del parricida es la norma. 

Mientras los políticos discuten si introducir o no estos casos en la negra estadística del maltrato machista, la realidad es que son la forma más trágica y cruel de este tipo de violencia. Se trata de casos en los una pareja mata a sus hijos para causar el mayor daño posible al otro progenitor, azuzada por los celos, el odio o la venganza. “Te voy a fastidiar donde más te duele”, la última frase que le dijo el parricida de La Paz a su exmujer, resume a la perfección esta idea.

Los homicidios con estas características son inusuales, pero no son nuevos. Ya en la mitología griega conocimos a Medea, una acomplejada mujer enamorada de Jasón (el de los argonautas), que asesinó a los dos hijos de ambos levada por el despecho y los celos hacia a nueva preferida del héroe. Desde entonces decimos que estos criminales padecen el ‘síndrome de Medea’. En España, una veintena de niños mueren al año asesinados por sus padres, más de la mitad por esta tipología, también denominada homicidio altruista y que afecta casi al 50 por ciento a padres y a madres. 

El máximo exponente en los últimos años en España de esta crueldad supina se llama José Bretón, condenado por matar a sus hijos Ruth y José por “venganza hacia su mujer” tras separarse de él, según determinó el jurado popular. El reconocido criminólogo Vicente Garrido estudió el caso y concluyó que en Bretón confluía lo que se llama ‘triada oscura’, esto es, rasgos psicopáticos como crueldad y falta de empatía; narcisismo; y maquiavelismo o tendencia a manipular a los otros para conseguir sus fines.

A Medea la condenaron al destierro en un carro de serpientes aladas. Al cordobés le cayeron 40 años de cárcel. El problema entonces está en la prevención, en poder alejar a tiempo a los niños de las garras de un padre o una madre con las patologías de triada oscura. Todo un reto.

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